Alberto G. Puras: “El formato medio digital me motivó; volví a mirar por un visor por el que las cosas se ven diferentes”
Aunque los trabajos más frecuentes de Alberto G. Puras (Valladolid, 1974) correspondan a campañas de moda y la publicidad, el bagaje profesional del polifacético fotógrafo, que recientemente ha fijado su residencia en Madrid, también abarca campos como la fotografía industrial o de producto, categorías en las que ha sido reconocido en distintas ediciones de los Premios Nacionales de Fotografía LUX. Nos citamos con él en nuestro Estudio 3 para hablar, entre otros asuntos, sobre cómo su versatilidad le sirvió en 2015 para realizar un bodegón de una patena de cristal del siglo IV por encargo de la revista Smithsonian o de sus muchos proyectos actuales, y además le preguntamos por su experiencia con el formato medio digital, con el que trabaja desde el año 2011.
¿Cómo se produce tu llegada al mundo de la fotografía?
Empecé en imagen y sonido en Salamanca y no precisamente por la imagen sino por el sonido. Allí descubrí la fotografía, me gustó y decidí ampliar esa formación. Me fui a la escuela de fotografía de la Fundación Politécnica de Cataluña y allí estuve tres años. Mientras estudiaba hacía algún trabajo como asistente y nada más terminar la carrera empecé como profesional, poco a poco. En realidad, todo empezó al estudiar, cuando me dijeron “tienes que comprarte una cámara” y comencé a hacer fotos. Vi que me gustaba y desde entonces…
Has sido finalista y semifinalista de los Premios LUX (Premio Nacional de Fotografía Profesional) varias veces y en diferentes categorías como industrial, publicidad, moda o producto. ¿Tienes algún estilo favorito o estás abierto a cualquier forma de fotografía?
Cuando terminé de estudiar en Barcelona había recibido una formación bastante global. Habíamos hecho bodegones, retrato, moda, arquitectura, algo bastante diverso, y una vez monté mi propio estudio comenzaron a llegar clientes de todo tipo. Por ejemplo, daba la casualidad que el dueño del local que yo había alquilado tenía un contacto que era industrial, me lo presentó y empezamos a hacer fotos con él. En general las agencias te pedían publicidad, pero incluso hubo una época en la que trabajé con McCann para el cliente ‘productos calidad certificada de Andalucía’ y había que fotografiar un banco de imágenes de productos y platos preparados dentro el campo de la alimentación. He trabajado en muchos campos, pero actualmente lo que más hago es publicidad y moda, sobre todo más enfocado a lo publicitario que a lo editorial, aunque alguno hago, pero siempre llegan algunos clientes de otros sectores. Lo más curioso de los LUX en categoría industrial es que no tengo tantos clientes en ese sector. Hice algún trabajo puntual y pensé “bueno, lo voy a presentar”. Al final, resulta que tengo dos de plata en industrial. Cuando gané uno de ellos pensaba “pero si este año sólo he hecho dos trabajos de industrial y 15 campañas de publi…”.
¿Tienes una espina clavada por no haber conseguido aún un LUX de oro?
Me presenté por primera vez a los premios en 2011 y fui finalista en producto y en industrial, pero es en 2012 cuando sí diría que me quedó una espinita clavada porque fui doble finalista en publicidad de cinco que estábamos. Tener dos finalistas y no llevármelo… pero bueno, no pudo ser y ya está, tampoco me rijo por los concursos. Me gusta presentarme a los LUX porque son de la Asociación de Fotógrafos Profesionales, que defienden nuestros derechos y los premios, que no son económicos. Están muy bien organizados, con jurados formados por gente relevante. Si te digo la verdad, creo que no me he presentado a ningún otro concurso desde que soy profesional.
Ahora vives en Madrid pero hasta hace poco residías en Sevilla. ¿Por qué te mudaste a la capital?
Todo empezó con la llegada de la crisis económica, al ver que los clientes llamaban menos y que los presupuestos se apretaban. Pensé que si quería seguir igual o que la crisis no me llevara por delante tenía que buscar clientes con presupuestos mayores y empecé a hacer una búsqueda. Había ido subiendo peldaños y en Sevilla trabajaba con delegaciones de las grandes agencias como McCann, BSB, Tapsa o Publicis, que tenían oficinas allí, y recuerdo que cuando iba por la calle siempre solía ver alguna publi mía por la calle, así que trabajando desde Andalucía me iba bien. Pero llegó la crisis y comprobé que salvo en Madrid y Barcelona se cerraron muchas oficinas y que los grandes clientes los llevaban estas agencias desde allí. Como de todos modos me había pasado tres años a caballo entre estas dos ciudades, trabajando para ellos llegó un momento en el que decidí quedarme en Madrid como punto intermedio, para concentrarme en los clientes que tenía aquí y seguir buscando. Sigo bajando a Sevilla para ver a mis clientes de allí y puedo ir a Barcelona con más facilidad. Realmente fue el mercado el que me llevó a tomar la decisión: si tus clientes están en un sitio, te tienes que mover a ese sitio, con todo lo que conlleva, para bien y para mal. En general, estoy contento con el cambio.
¿Puedes hablarnos de algún encargo en el que estés trabajando ahora?
Bueno, hay algo en el aire que creo que puede ser muy interesante pero no está cerrado aún, así que no puedo decir nada. Por otro lado, tengo en la calle una campaña del Banco Santander y hay otra para una marca de móviles de Shanghái llamada ZTE que saldrá en breve. Aquí en Madrid ya se puede ver en algunos puntos el trabajo que he hecho para la Fundación Juan XXIII Roncalli, con quien ha sido un placer trabajar. También se ha renovado la campaña del Tesoro Público, que aunque es del año pasado sacara las mismas imágenes en este.
Recientemente has hecho un trabajo muy particular para la Smithsonian Magazine, una prestigiosa publicación de arte, cultura, ciencia y viajes del norteamericano Instituto Smithsonian…
Sí, realmente ha sido un trabajo bastante especial desde el principio, cuando me contactaron porque habían visto mi trabajo en moda y publicidad y querían contratarme para hacer un bodegón de una patena del siglo IV. La publicación estaba preparando un número especial sobre Cristo y viajaban por el mundo entero recopilando obras de arte relacionadas con el tema. Lo hicimos en Linares porque en su museo arqueológico tienen una patena de cristal de entre dos y cuatro milímetros de grosor recuperada al 80% tras encontrarse en unas excavaciones que se hicieron allí. No hay nada igual en el mundo. Me desplacé allí para hacer cuatro o cinco bodegones y me pareció muy interesante el proyecto por cómo trabaja en la revista. Aparte del presupuesto, que les permite abordar cada proyecto con una seriedad y profesionalidad envidiables, yo me veía casi como si estuviera haciendo una publi, porque recibía briefings y layouts de lo que querían, sugerencias de iluminación con referencias, la maqueta de la revista para que viera cuál era el estilo… Todo esto sin que tuviera que pedirlo, se adelantaban siempre. Se nota que tienen una tirada de cuatro millones de ejemplares y que son una referencia a nivel mundial. Hice las fotos como ellos querían y alguna que se me ocurrió a mí, realizamos la selección de una de ellas como habíamos hablado inicialmente y después me preguntaron cuál me gustaba más a mí del resto. Pocas veces te pasa esto. En papel salió una doble página y en digital el resto de las imágenes.
Últimamente hemos hablado mucho sobre el formato medio digital. Tú trabajas habitualmente con él, ¿cómo y cuándo decidiste dar el salto?
En 2011 me decidí a comprarlo fundamentalmente por la moda y la publi. No me resultaba nada complejo porque había empezado a trabajar con medio y gran formato de película, haciendo placas con una Sinar o en formato medio con una Pentax 67 o Mamiya RB67. Mi formación tuvo lugar con película cuando el digital estaba empezando y ya se podía ver que era el futuro, pero aún tenía más contras que pros. Recuerdo a algunos fotógrafos como locos comprando respaldos de barrido y luz continua que sólo valían para objetos inmóviles. Primero llegó un momento en el año 2000 cuando me plantee comprar algo en digital y adquirí una DSLR, sobre todo para las fotos más sencillas, porque trabajando en moda, publi, retrato o industrial trabajaba mayoritariamente en formato medio o gran formato. También la tenía por si hacía algo de moda y necesitaba rapidez porque todos los equipos de medio formato eran en foco manual y la ventaja fundamental era el autofocus. Cambié varias veces de DSLR y después de casi haber abandonado la película finalmente llegué al formato medio digital. Algo en mi cabeza hizo ‘click’ y pensé “cómo mola, esto es como antes, pantalla grande, visión grande, la profundidad de campo”…
Y no te intimidó nada el cambio…
Al contrario, me motivó y me hizo volver a mirar por un visor por el que las cosas se ven diferentes y en ese aspecto el cambio estuvo muy bien, pero, ojo, pasar de tener una Canon de 22 megapíxeles a tener un Phase One P40+ de 40 implica cambios. Para mí supuso renovar unos ordenadores que estaban en su límite de vida útil pero que con 22 megapíxeles iban perfectos. De repente te pasas al doble, el trabajo de retoque se ralentiza y todos sabemos que el tiempo es dinero. Los archivos son más grandes en ordenadores que ya de por sí eran algo lentos, los tiempos son mayores para abrir, cerrar, etc… así que, nada, tocaba cambiar los ordenadores.
Así que tuviste que gastar bastante dinero…
Tuve que hacer una buena inversión, sí, pero fue un salto calculado, pensando en los clientes de publicidad y moda con los que trabajaba en formatos grandes. En ese aspecto me daba una calidad, profundidad de color y una definición que desde luego no había tenido antes y una posibilidad de recorte resultaba muy útil si, por ejemplo, algún creativo me cambiaba una gráfica y un plano general se transformaba de repente en un detalle.
¿Y el software?, ¿cuándo cambias de Photoshop a Capture One?
Fue todo paralelo; yo trabajaba con Adobe, con el Camera RAW del Photoshop, y sí que había escuchado que el Capture One trabajaba muy bien. A veces me lo descargaba y trabajaba con él un rato, pero todo el aspecto del software y su funcionamiento era diferente y veía que necesitaba tiempo, algo que nunca tenía, así que siempre decía “bueno, sigo con lo que estoy que es con lo que voy rápido”. Así hasta que me pasé al P40+ y me lo trajeron. Pedí que me formaran con el Capture One antes de nada porque la cámara ya la había probado unas horas y sabía que si invertía tiempo con el software me iba a adaptar bien a él. Así fue, desde entonces no he vuelto a usar otro programa.
¿Has cambiado ya de respaldo?
Sí, en menos de dos años lo cambié porque tenía un cliente de moda que me requería unos formatos algo extraños. Igual me pedía unos formatos horizontales para web que una vertical a 1.20m. de altura para las tiendas. Al ser moda, si tu disparabas una vertical o una horizontal te decían “ay, es que aquí me gustan las piernas de la modelo, y aquí la cara, y aquí…”. Tenías que retocar el triple de trabajo y todo tenía que salir de un solo disparo. Así que me dije “me paso de 40 megapíxeles a 80 y así, si tengo que recortar, sigo teniendo mucha información”.
Nosotros hablábamos de esto hace pocos días en un artículo, ¿cuáles son para ti los puntos a favor y en contra del formato medio digital?
Bueno, tengo que señalar que yo tengo los dos equipos: mi Phase One y mi Canon. He pasado por una 5D, una 5D Mark II y ahora tengo la Eos 5 Ds, y por otro lado pasé del respaldo P40+ de Phase One al IQ180 y tengo muchas ópticas. Para mí está claro, si tienes un flujo de trabajo y clientes que te demandan esa calidad, la opción de comprar puede ser interesante porque al final lo amortizas y se repercute en cada trabajo. Ahora, si necesitas usarlo puntualmente, pues lo alquilas. Aquí en Daylight Studios, por ejemplo, tenéis estos productos. Yo uso la Phase One indistintamente en estudio y en exteriores, conmigo no va eso de que los respaldos son sólo para estudio, yo cargo con la cámara en la mano, sin trípode, el autofocus va muy bien… Es cierto que también le planteo al cliente lo que voy a usar según el presupuesto que exista, porque aunque tenga el respaldo en propiedad no voy a regalar su uso porque no me parece correcto.
“Es comprensible que el cliente quiera ver en qué se gasta su dinero, el problema es que lo valore sólo según los equipos que se estén usando y no por la capacidad del profesional. Tú te coges a Peter Lindbergh y le das una compacta y te hace un editorial para el Vogue al que nadie le va a poner ni un pero. Era la estética que buscaba y ya está.”
Y a la inversa, ¿alguna vez te solicitan disparar exclusivamente con equipos de formato medio digital?
A ver, recuerdo a un fotógrafo que una vez me decía “es que a veces tengo que enseñar la cámara y decir ‘es que esto vale tanto’”. Uf, que triste que tengamos que defender nuestro trabajo porque nuestros equipos valgan un dineral. A ver, es comprensible que el cliente quiera ver en qué se gasta su dinero, el problema es que lo valore sólo según los equipos que se estén usando y no por la capacidad del profesional. Tú te coges a Peter Lindbergh y le das una compacta y te hace un editorial para el Vogue al que nadie le va a poner ni un pero. Era la estética que buscaba y ya está. Ahora, si eres tú el que lo haces, entonces es probable que escuches “oye, bájame el presupuesto que eso lo has hecho con el móvil”. Yo he vivido el estar haciendo una foto complicada de iluminación, donde ya no estamos hablamos de definición, megapíxeles o profundidad, sino de algo que tienes que conocer y saber hacer. Como yo trabajo conectado, al disparar con la Phase One y entrar la foto en pantalla una vez me llegaron a decir “claro, con una cámara así cómo no van a salir buenas fotos”. Lo que hice fue coger la cámara, dársela al autor de la frase y decirle: “venga, pues como es cosa de la cámara, sigue tú la sesión”. Molesta que te digan que el equipo es responsable 100% de que la foto sea fantástica. Otra cosa es que tú elijas con qué quieres trabajar para que un encargo quede bien, porque para un banner de Internet está claro que no necesitas 100 megapíxeles porque incluso a lo mejor te da más problemas que ventajas, pero si es para un formato muy grande vas a ver que la calidad aguanta hasta tamaños que no imaginabas. Todo es cuestión de sentido común, lo que pasa es que a veces es el menos común de los sentidos (risas).
¿Cuál es tu análisis sobre la situación actual del sector?
Creo que es probable que el hecho de la llegada de la fotografía digital haya causado más problemas que beneficios. ¿Por qué? Antes para hacer una foto tenías que saber hacerla porque hasta dos horas o un día después no ibas a ver los resultados. Para ofrecer tus servicios como profesional, salvo que fueras un caradura, tenías que tener la seguridad de que tu trabajo estaba quedando como debía quedar. Requería unos conocimientos, ni siquiera hablo de haber estudiado aquí o allí, no se trata de eso. Aunque seas autodidacta, hablo de una profesionalidad basada en unos conocimientos. No existía el “luego en Photoshop lo arreglo”. Con el cambio al digital, mucha gente se ha atrevido a lanzarse a ser fotógrafo sin serlo. Salvando los que han llegado por otros caminos y que tienen un talento tremendo, que los hay, ha entrado mucho aficionado que en los fines de semana hace bodas, por ejemplo. Es algo que ha afectado a la fotografía social, a la de moda… El sector lo ha notado, claro, y mientras había bonanza todo el mundo sobrevivía. Pero llega la crisis y si tú no haces el trabajo por ese dinero hay otros que sí lo harán. Yo en ese sentido no tiro los presupuestos, porque sé que hay quien lo hace más barato y más caro que yo.
En 2016 Daylight Studios cumple 25 años, ¿cómo ha sido tu experiencia con nuestros estudios?
Bueno, en primer lugar el estudio está dentro de la ciudad y no hay que irse a las afueras a trabajar. Eso ya te ofrece facilidades por movilidad, pero es que además dispones de una cantidad de equipo enorme. Otra cosa que destacaría es la profesionalidad, si escribes un email o llamas y no está la persona con la que querías hablar, al poco rato recibes una llamada preguntándote por lo que necesitas. Siempre hay un móvil abierto al que llamar en cualquier horario si te surge algo imprevisto; a mí me ha pasado que he tenido que llamar para pedir algo concreto, me lo han mirado y me lo han resuelto sobre la marcha. También te llevan el equipo a tu localización si es necesario, qué más puedes pedir… Funciona todo muy bien y tienes grandes instalaciones para trabajar pero, por encima de todo, cuando llamas a Daylight Studios sabes que no te van a fallar y que si necesitas algo que no tienes en otro sitio aquí lo vas a encontrar.