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  1. Lucía Hidalgo, ex directora de moda para Cosmopolitan, vuelve a Daylight Studios: “Aquí, en estos estudios, he bailado y cantado, me lo he pasado genial trabajando”

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    Más de 35 años de trayectoria profesional nos han permitido trabajar y conocer a cientos de personas que, de una u otra manera, han estado vinculados con nuestro sector: fotógrafos, estilistas, directores de arte, modelos, asistentes… Con el paso de los años, después de muchas producciones e incontables horas de trabajo, el vínculo que hemos establecido con muchos de ellos ha superado el ámbito profesional y se ha creado una verdadera relación de amistad entre nosotros. Es el caso de Lucía Hidalgo, ex directora de moda para la icónica publicación de moda Cosmopolitan, con quien compartimos muchos buenos momentos durante cerca de dos décadas. Para recordar divertidas anécdotas o para hablar del inicio de nuestra andadura juntos y charlar sobre su larga experiencia al frente de innumerables producciones, hoy nos sentamos con ella en nuestro Estudio 3 para llevar a cabo esta entrevista.

    ¿Recuerdas cuándo y cómo empezó tu vínculo con Daylight Studios?

    Claro. Mi relación con Daylight Stuidios comienza en los primeros noventa, en 1992 o 1993, cuando empecé a trabajar en Cosmopolitan. Yo había trabajado previamente en Dunia, pero cuando conocí a Freddy (Freddy Frisuelos es el fundador y director general de Daylight Studios) ya llevaba toda la gestión de moda en Cosmopolitan y era la responsable de contratar tanto estudios como fotógrafos, etc. Estamos hablando de otros tiempos.

    Y de otro sitio…

    Sí, yo conocí el primer Daylight Studios en la calle Embajadores. Era otro sitio y eran otros tiempos, en el sentido de las producciones eran precarias, se hacían con muchas carencias. Ahora tiene su gracia al mirar atrás, te ríes, pero es que entonces a los dueños de las revistas les costaba entender que hubiera que pagar por una serie de cosas, porque el mundo editorial era completamente diferente al de la publicidad. Por ejemplo, lo de contratar un estudio y tener que pagarlo “bueno, vale”, pero lo justo y necesario. No se pagaba por peluquería y maquillaje, y muchas cosas se hacían con crédito, con grandes peluquerías españolas como el Grupo Llongueras, por ejemplo. Los fotógrafos sí que cobraban, Así, el presupuesto nunca llegaba. Imagínate, con las producciones sabes cuándo empiezas pero no sabes cuándo terminas. Normalmente solía ser una media de ocho o diez horas para hacer un editorial de seis u ocho fotos. Entonces, claro, nos daba la hora de comer y no había presupuesto para comida, todo un cuadro. Luego, poco a poco, afortunadamente todo eso fue cambiando. Yo creo, aunque sea una opinión personal, que en su día hice una labor más o menos buena para que se avanzara con estas cosas, en parte, claro, porque yo era parte interesada.

    Tuvisteis que hacer entender que las producciones tenían que ser algo más serio.

    Sí, que se tenían que abordar de una manera más profesional y que tienes que tratar a la gente como profesionales y cuidarles. Cuando vas a pedirle a la gente que rinda al máximo y que den de sí todo lo que puedan pues, hombre, lo mínimo es que coman decentemente, ¿no? Que la modelo vaya bien sentada en una furgoneta en la que no se tenga que agachar… Recuerdo que nosotros íbamos en una de color naranja en la que no entrábamos de pie. El señor que la conducía se llamaba Donato, creo recordar. Dentro llevaba cajas de fruta. Tengo grabada en la cabeza una escena en la que previamente habíamos estado precisamente aquí, en Daylight Studios, porque íbamos a hacer estudio y exteriores, y me hace muchísima gracia recordarla porque estábamos en plena Plaza de Atocha, ahí aparcados y, como teníamos que esperar a que se hiciera la foto, pues sacamos las cajas de fruta y ahí andábamos gran parte del equipo, tranquilamente sentados en la calle esperando.

    En vez de esas sillas de rodaje que vemos ahora tanto.

    Sí, sí, entonces no había nada de eso, ni sillas ni nada de nada. Total, que así es cómo empezamos. Esa fue la etapa en la que conocí a Freddy y a Daylight Studios en Embajadores.

    ¿Esa relación crece a partir de ese momento?

    Sí, fue una relación que continuó y se fortaleció. Efectivamente, con el paso del tiempo todo mejoró, creo que también se debe a que hubo un avance de toda la sociedad e influyó en todo. Así que se empezaron a hacer muchas más cosas en estudio por muchas razones. Cuestiones de clima, por ejemplo; aunque haga bueno, no es tan fácil fotografiar siempre en la calle. En pleno verano hace un calor monstruoso y en pleno invierno pasas un frío horroroso. También quieres un entorno en el que la luz sea más fácil de manejar… En fin, muchas cosas, pero el caso es que pasaban los años y mi relación con Daylight Studios se fue manteniendo. Y además sucedió una cosa muy curiosa. Cosmopolitan se cambió de edificio, como toda la empresa, y de Colón nos mandaron a todos a Ciudad Lineal, justo en la zona en la que se había mudado recientemente Daylight Studios. Lo teníamos a huevo.

    Se podría decir que Daylight Studios y Cosmopolitan estaban destinados a entenderse.

    Sí, trabajábamos juntos casi. Pero, sobre todo, porque yo siempre trabajé muy cómoda aquí… Ya no recuerdo en qué momento se negoció una tarifa especial por el compromiso mutuo que existía. Prácticamente todo, salvo que el estudio no pudiera, se hacía aquí. Era muy cómodo porque teníamos muchas facilidades y es verdad que era un estudio que siempre estaba muy al día con todas las novedades y avances del sector. Siempre había un esfuerzo por darnos lo que pedíamos. Cuando haces muchas producciones en interior, no puedes hacerlas todas en fondo blanco. Entonces, bueno, hablábamos con los fotógrafos y estilistas y nos inventábamos historias, que en términos publicitarios seguro que se dice de una manera más fina, pero para decirlo en castellano y claramente lo que hacíamos era inventarnos nuestras historias. Mirábamos mucho las cosas que se estaban haciendo fuera y le pedíamos a Daylight Studios montones de cosas: decorados, todo tipo de fondos, pintar el ciclorama… Y, en general, siempre se hizo ajustándose a nuestras posibilidades el máximo posible. Yo trabajaba muy cómoda. Si tú empiezas a trabajar en un sitio, te tratan bien y estás a gusto, al final es un poco como estar en tu casa.

    Y con tantas horas y tantas producciones después el trato se convierte en algo más personal, menos frío y profesional, ¿verdad? Hay una sensación de confianza entre ambas partes que crece.

    Efectivamente, después de un tiempo la relación entre ambas partes sobrepasa lo estrictamente profesional. Yo soy una persona a la que le resulta muy difícil trabajar con fotógrafos, estilistas, maquilladoras, gente con la que trabajo habitualmente, sin implicarse emocionalmente y a un nivel personal. Es mi forma de ser. A veces trae problemas, lo reconozco, pero yo pienso que a mí, en general, me ha traído ventajas. Y con respecto a Daylight Studios, por supuesto que me sucedió lo mismo. Conecté desde el minuto uno muy bien con la gente. Además, yo tengo una vis un poco gamberra. Este trabajo es precioso, pero también es bastante estresante porque, y esto es verdad, hay muchos egos flotando en el aire con tanta gente implicada. Yo era la responsable de mantener una armonía, era técnicamente la jefa, me pagaba la revista por ello y tenía la última palabra, pero nunca fui una persona de “ordeno y mando”. Eso sirve poco para mí. Tienes que saber mantener un equilibrio. Y eso incluye el estudio. A veces tienes que cambiar una fecha. O un día, en apariencia sencillo, en el que has contratado el espacio media jornada porque sólo había que hacer cuatro fotos y de repente las cosas se complican y tienes que alargar la sesión pero te enteras que por la tarde el estudio ya lo tiene alguien contratado. Aquí, siempre se buscaba una buena solución. Entonces, como siempre he necesitado sentirme cómoda, arropada, aquí sentía que la gente estaba a gusto. Y eso lo llevaba a muchos terrenos. Que la comida sea decente y que no falte, que toda la gente que está en el estudio trabajando contigo sienta que son uno más del equipo porque lo son.

    Vale, aquí tenemos que hablar sobre las famosas lentejas de tu madre…

    Claro (risas). A ver, lo primero que tengo que decir es que mi madre se había dedicado al catering de manera profesional con otra señora y, además, en casa éramos nueve hermanos. Con eso te haces una idea de que ya sabía guisar para mucha gente. De ahí surgió todo. Cuando estás todo el día haciendo producciones, y no hablo de bodegones que ése es otro tema, hablo de trabajos con entre 8 y 12 personas implicadas durante 10 horas metidos en un estudio o en la calle, con una furgoneta dando vueltas por aquí y por allá, tienes que comer. Y yo siempre he sido de comer bien. También me gusta la comida rápida ¿eh? pero de tarde en tarde. Entonces, yo buscaba que se comiera bien, no cuatro sandwiches, y por ahí, no me acuerdo exactamente cómo, surgió como solución que mi madre podría ocuparse del catering. Para traernos la comida al estudio ella se adaptaba con platos reales, que es lo que yo pretendía. Para comer un sandwich y tal ya podías llamar a rodilla o a Mallorca, que no está mal, pero no puede todas las veces. Recuerdo que siempre nos traía postres y yo siempre me quejaba porque tampoco quería que la gente estuviera hasta arriba, pero no me hacía ni caso (risas)…

    Pero seguro que la gente estaba encantada…

    Hombre, sí, a la gente le encantaba. Es que además poco a poco también ella le fue cogiendo el tranquillo y no te hacía comidas superpesadas porque luego teníamos que seguir haciendo fotos. También tenía que haber también siempre opciones veganas para quien no comía carne. Pero vamos, básicamente era comida casera y estábamos todos encantados, yo la primera y creo que el resto de la gente también. De hecho, mucha gente cuando nos encontramos me recuerda “las comidas de Cosmo”.

    Mencionabas cómo progresaron las cosas en el sector. ¿Cómo fueron esos momentos?

    Fue bonito, porque pudimos avanzar mucho con el paso de los años. En editorial es verdad que los presupuestos no son altos, pero poco a poco fuimos avanzando, estirando el chicle, y la empresa iba tragando porque la revista se vendía, que esto es fundamental y entraba publicidad. Y todo había cambiado a nuestro alrededor en España. Todo era más profesional, de verdad. Pero también es cierto que al final todo tiene que ver mucho con la forma de ser de cada uno. A la hora de buscar una localización que no fuera un estudio lo normal es que no tuviéramos presupuesto. Si una agencia de publicidad quiere un pisazo, pues lo alquilaba y ya está. A nosotros no nos alcanzaba. Alguien que no conoces y que tiene un pisazo no te va a dejar que hagas fotos gratis porque tú lo vales. ¿Qué hacíamos? Buscarnos la vida. En aquella época yo recuerdo tirar de agenda, con mi familia, con conocidos, con amigos de no sé quién… Si necesitaba una bici, pues se la pedía mi primo, por decirte algo. Luego tratabas de compensar ese tipo de cesiones que te hacía gente desde mandando un ramo de flores o invitándoles a los desfiles. Era otro tipo de trato y eso era extrapolable a todo. Por ejemplo, con Daylight Studios, honestamente, creo que no he necesitado pedir demasiados favores, pero si se los he tenido que pedir me he sentido cómoda haciéndolo porque teníamos ese tipo de relación y la confianza y sabía que se lo podía pedir.

    Y años más tarde, ya en 2010, termina tu relación con Cosmopolitan y abandonas ese mundo.

    Sí, como todos sabemos fueron año difíciles y hubo muchos cambios. Al dejar de trabajar en editorial, mi vida cambió en poquísimo tiempo, radicalmente. Dejé de ser directora de moda de una revista pero había invertido en otro tipo de negocio, en restauración. Al principio, trabajé en este negocio pero pronto me puse a trabajar con un grupo de gente desarrollando una web de moda, aunque después de ponerla en marcha surgieron muchos problemas y en dos años dimos por finalizado el proyecto. En ese momento decidí que paraba y me iba a mi casa. Además, por una serie de razones vendí mi participación en el negocio de hostelería. Mi vida cambio totalmente en esos cuatro o cinco años, dejé de trabajar, aunque he hecho otras cosas esporádicas. Me han pedido colaboraciones, escribiendo, por ejemplo.

    ¿Y cómo ves ahora desde fuera el sector?

    Voy a ser honesta. Mi vida cambio radicalmente y lo miro poco. Si te das cuenta, en estos diez años prácticamente las revistas de moda han desaparecido, quedan cabeceras internacionales más importantes, sobre todo, que supongo que están ahí porque tienen que estar. Imagino que también hay otra serie de razones como el tema publicitario, pero realmente no sé si la inversión publicitaria ahora les compensa o no. Ahora soy más seguidora de redes como Instagram, de tal y tal. Bueno, pues es como, ya sé que puede sonar prepotente por mi parte, pero es como que nada me sorprende. Me parece que ya está hecho antes. Sé que hay gente buenísima haciendo trabajos maravillosos pero muchas veces tengo la sensación que veo cosas que ya se habían hecho, no me sorprende casi nada, y de verdad que no quiero sonar prepotente.

    Y, ahora, desde la calma y mirando atrás, ¿qué balance haces de tu larga trayectoria?

    Estoy muy satisfecha con ella. A ver, como en muchos sitios hubo muchos buenos momentos pero también alguno difícil. Yo me he reído en este estudio hasta dolerme la mandíbula, hasta llorar de la risa, pero también te digo que en este negocio me ha tocado llorar por pasarlo mal. Recuerdo una de las últimas producciones, poco antes de dejar de trabajar, que se alargó como hasta 14 horas, un montón. Recuerdo una sensación de estrés, de agotamiento, de pensar que era un suplicio y desear que acabara ya y decirme a mí misma para tranquilizarme “mira, son fotos, no estamos operando a nadie a corazón abierto, son fotos”. Estaba agotaba y vivía una situación de bastante estrés porque estaba habiendo continuamente despidos. No estaba al cien por cien y recuerdo bien ese episodio pero recuerdo mucho más los buenos momentos. Yo, aquí, en estos estudios, he bailado y cantado, me lo he pasado genial trabajando. Y todo haciendo las cosas bien. Es más, creo que ese buen rollo se ha notado en el resultado final del trabajo.

    ¿Qué has sentido hoy al entrar de nuevo en Daylight Studios? ¿Qué has pensado al ver otra vez a Freddy o a Dani (Daniel Martín es el director técnico de Daylight Studios)?

    Una sensación de alegría, claro, pero sobre todo como si no hubiera pasado el tiempo. Como si hubiera estado aquí ayer, y eso que calculo que habrán pasado unos diez años sin aparecer por aquí. Creo que eso también es un indicativo del tipo de relación que has tenido. Y luego, encima, está todo el equipo igual (risas). Me ha sorprendido lo poco que han cambiado.

  2. Rolf Magener: “Cuando tengo que contar un historia de éxito siempre utilizo la de ‘Freddy’ Frisuelos y Daylight Studios porque es especial”

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    En 2020 Daylight Studios celebrará su 30º aniversario y Rolf Magener (Sudáfrica, 1963) ha sido testigo e incluso protagonista ocasional en el camino recorrido por los estudios madrileños de fotografía y video para afianzarse como una referencia en el sector dentro y fuera de España. Después de crecer en Mijas (Málaga) e iniciar su formación en Estados Unidos, Magener se mudó a Madrid para convertirse en fotógrafo y más tarde regresar a Nueva York para ejercer como tal. Era el final de la década de los 80 en la capital cuando él y Freddy Frisuelos, fundador y director general de Daylight Studios empezaron a forjar una amistad que dura ya décadas. Con motivo de la reciente visita del sudáfricano a Madrid aprovechamos la oportunidad para sentarnos con él y escuchar una historia sobre fotografía, la capacidad de anticiparse a la revolución de Internet y convertirse en una gran influencia para Daylight Studios o la habilidad para reinventarse como un emprendedor que en los últimos tiempos ha hecho de sus viajes por todos los rincones del mundo un modo de vida.

    ¿Cómo surge tu vínculo con España y tu vocación por la fotografía?

    Mis padres se mudaron a Mijas cuando yo tenía ocho años y yo me crié en España. A los 17 años me fui a estudiar fotografía a EEUU, pero fue una experiencia que no disfruté demasiado porque la escuela en la que estuve estaba enfocada a preparar a fotógrafos de bodas, etc, y yo buscaba algo diferente. Así que me volví a España a trabajar con Peter Muller como asistente de fotografía. Estuve cerca de dos o tres años trabajando con un profesor de Freddy que se llamaba Luis Alonso. Coincidió que él se iba y yo me quedé como asistente principal de Peter pero dos años más tarde decidí ir a Alemania a trabajar con un fotógrafo de moda amigo de Muller porque lo que él hacía era fotografía comercial y a mí me atraía la moda. Cuando me iba tuve que buscar un suplente y después de ver a varias personas, seleccione a Freddy.

    Y a partir de ahí se inicia una amistad de más de tres décadas, ¿cómo sucede?

    Para mí Freddy es una inspiración: recuerdo que vino a verme con su portafolio, muy bien vestido. Yo estaba pintando el ciclorama para una producción que tendríamos en unos cuantos días y sin pensárselo se puso a pintar conmigo. Vi que tenía algo que los demás no tenían. Vino a la producción y con verle trabajar sólo un día me di cuenta que iba a funcionar. Tenía unas ganas enormes y ponía corazón. Conectamos muy bien porque vi que el tenía el mismo amor por la fotografía que yo. Mantuvimos el contacto y al volver de Alemania retomé mi sueño de convertirme en un fotógrafo reconocido en EEUU, por lo que me fui a Nueva York. Después de dos meses conseguí un loft grande en Park Avenue que era el estudio de un fotógrafo suizo, quien me lo dejó con todo su equipo. Llamé a Freddy y le dije “vente porque tenemos la oportunidad de nuestras vidas”. Pero Freddy, quien tenía todo preparado para venirse, no llegó porque se le cruzó el amor. Se enamoró de una chica, Ana, que hoy en día es su mujer y que es una persona fantástica.

    Pero sí fue a visitarte…

    Varias veces. Me visitó cuando empezaba con Daylight Studios en Embajadores, su primera localización. Vi el esfuerzo que estaba haciendo y le dije que tenía que venir para ver cómo trabajan los grandes estudios neoyorquinos de alquiler, porque estaban surgiendo muchos. Él llegó como una esponja, absorbió todo lo que pudo después de que le enseñara todos los estudios que conocía y le presentara a sus responsables. Tenía unas ganas tremendas de aprender. Iba con una libreta apuntándolo todo. Cada  vez que yo venía a Madrid veía que él estaba poniendo en funcionamiento lo que había visto en Nueva York. No eran cosas complicadas, eran simples, pero marcaban la diferencia. Se traía equipo que aún no existían en España pero que los fotógrafos extranjeros sí demandaban en sus producciones. Vino muchas veces y cada vez se llevaba algo distinto. Recuerdo cuando compró los primeros equipos Profoto que hubo en Madrid, porque siempre estaba innovando, y así sigue. Veo Daylight Studios ahora y me doy cuenta de que no para de crecer, manteniendo un nivel altísimo.

    Freddy siempre cuenta que Daylight Studios se inspiraron allí, en Nueva York, y eso te convierte en un actor importante en su historia. ¿Cómo te sientes cuando vienes a España y visitas de nuevo nuestros estudios?

    Me siento muy orgulloso de haber sido parte de este proceso y de ver cómo ha evolucionado. Cuando tengo que contar una historia de éxito siempre utilizo la de ‘Freddy’ Frisuelos y Daylight Studios porque es especial. No tenía fondos y recursos ilimitados, pero se lo buscó trabajando y sumando poco a poco. Estos estudios tienen nivel mundial, se podrían poner en Nueva York y tendrían éxito porque además hay gente muy buena trabajando en ellos. Es cierto que yo le animaba pero eso no es suficiente, hay gente que le puedes enseñar el camino y no hace nada; en el caso de Freddy siempre persiguió su sueño con esfuerzo.

    “En 1995 o 1996 le comenté a Freddy que en Estados Unidos Internet estaba empezando a convertirse en algo muy grande y le sugerí coger rápidamente el dominio actual: www.daylightstudios.com”

    También tuviste un papel muy importante con la llegada de Internet…

    Sí, creo que compré mi primer Mac en el 94 y empecé a poner mi portafolio online enseguida porque vi que era fácil y una forma de no tener que mandarlo por Fedex. Tenía un amigo que estaba seguro de que Internet era imparable, vi una posibilidad real y decidí probar. Aún no se sabía lo que iba a ser Internet pero intuía lo que podía llegar a ser. Cogí mi dominio enseguida y le dije a Freddy que tenía que tener una página. Cuando dejé de ilusionarme con la fotografía y quise cambiar me pareció lógico hacer páginas web para otra gente porque se me daba bien y la gente siempre me hablaba de lo que le gustaba la mía. Le comenté a Freddy, sobre 1995 o 1996, que en Estados Unidos Internet estaba empezando a convertirse en algo muy grande y le sugerí coger rápidamente el dominio actual: www.daylightstudios.com. Al principio, él quería cogerlo sólo en español pero le convencí para coger el .com porque sabía que había al menos dos estudios más en el mundo, uno de ellos de mucha calidad en París, con el mismo nombre y era cuestión de tiempo que se hicieran con él. Ahora incluso hay más con ese nombre, pero el dominio es sólo de la empresa de Freddy.

    Y además desarrollaste la primera página web…

    Sí, era una página que durante muchos años estuvo funcionando y aguantó muy bien el paso del tiempo. Es fácil trabajar con personas como Freddy porque confió en mí y me dejó trabajar. He hecho páginas para otros muchos clientes en los que me decían “yo pago, yo decido” sin demasiado criterio. Él siempre ha tenido la capacidad de adaptarse y ver cuándo meterse en algo y cuando no. Creo que esa es una de la claves por las que Daylight Studios tiene 30 años de vida, que es muchísimo para un negocio de este tipo. Si te fijas, la mayoría de los estudios en los que Freddy se fijó hace tantos años han cerrado o han cambiado para ser algo diferente. Hay un equipo de gente fantástico y verlo cambiar y mejorar con cada visita que hago me hace sentir muy bien y orgulloso de haber formado parte de alguna manera. Insisto en que Freddy es uno de los mejores emprendedores que conozco, y conozco a muchos. El hecho de que ahora esté dando un paso atrás después de tantos años es lo mejor que puede hacer porque no ha dejado de trabajar duro durante muchos años.

    A mediados de los 90 dejas la fotografía, ¿por qué?

    Cuando era fotógrafo, después de empezar en España, decidí dedicarme a la moda porque era el mundo que más me atraía. Asistí a varios fotógrafos muy reconocidos en Nueva York y conocí un mundo fantástico en el que no parabas de viajar:  destinos como Milán, Paris; grandes modelos como Linda Evangelista, Claudia Schiffer… Cuando empiezas desde abajo tienes que luchar para poder tener un buen portafolio, así que después de que Freddy me dejara el estudio y comprobar que estaba preparado, me marché a Nueva York y tuve la suerte de tardar un par de años en establecerme. Conseguí hacer fotos de catálogo para marcas como Nicole Miller pero, al final, lo que mejor me resultó fue trabajar en bodegones de producto, con botellas de perfume para Revlon, por ejemplo. Me fue bien y, mientras tanto, hacía cosas en el mundo de la moda, pero como es un mundo bastante cambiante perdí algunos clientes, unos porque se arruinaron y otros porque decidieron trabajar con otras personas. Perdí la ilusión porque al final me encontré en una situación en la que me debían mucho dinero y tenía la sensación de que no valía la pena. Y fue ahí, con el cambio de análogico a digital, cuando decidí parar.

    Y cambias de profesión.

    Sí, estuve hasta 2001 haciendo páginas web. Me mudé de Nueva York a Nuevo Méjico, donde me construí una casita en el campo, y tenía mis clientes en Nueva York. Todo iba bien, ganaba buen dinero, estaba contento y mi nivel de vida no necesitaba grandes gastos. Pero llegó el 11-S y en tres meses, con la crisis que se generó con todas las empresas reduciendo costes, perdí toda mi cartera de clientes. Me di cuenta de que para ellas lo primero que se elimina son gastos derivados de cosas como la página web, su mantenimiento, etc. En poco tiempo empecé a ver cómo el dinero desaparecía hasta llegar a un momento en el que me quedaba con apenas 100 dólares en una de mis cuentas.

    “Llegó el 11-S y en tres meses perdí toda mi cartera de clientes. En poco tiempo empecé a ver cómo el dinero desaparecía hasta llegar a un momento en el que me quedaba con apenas 100 dólares en una de mis cuentas”

    ¿Cómo reaccionaste en una situación tan extrema?

    Empecé por vender cosas que tenía como mis libros de fotografía y cualquier otra cosa que pudiera. Me había comprado un iPod, que era algo relativamente reciente, y decidí venderlo, así que lo anuncié en Internet. Un tipo me ingresó 300 o 400 dólares por él y cuando fui a enviárselo me di cuenta de que la pantalla estaba rayada porque había estado metido en una mochila. No sabía que hacer, si mandarle el dinero de vuelta o tratar de buscar una solución. Empecé a bucear desesperado en Google y después de mucho indagar encontré un tipo que decía que un líquido que había para pulir las ventanas de un coche servía para eliminar los daños de la pantalla del iPod. Compré una botella que vi a la venta, tan grande que podrías haber limpiado quinientos iPods. Vi que, efectivamente, funcionaba, así que lo limpié y se lo envié al comprador, que quedó contento con su adquisición. De repente se me encendió una bombilla y me di cuenta de que ahí había una oportunidad. Decidí usar un bote pequeño que tenía por ahí y crear una etiqueta. Lo puse a la venta como iCleaner y compré rápidamente el dominio. Después de una hora había vendido el primero. Un poco más tarde, dos más. Al día siguiente, otros tres. Recuerdo que vino mi hermana a verme justo entonces y le dije “creo que con esto voy a ganar mucho dinero”. Diseñé una página  y seguí vendiendo por eBay. Cada día doblaba las ventas del anterior. En cuatro días tenía pedidos de todas partes, hasta de Australia. Y con sólo con ese negocio estuve viviendo varios años. Cada fallo que cometía, que por supuesto los había, lo corregía y aprendía un poco más.

    Así que te reinventaste empezando prácticamente desde cero. ¿Ahora a qué te dedicas?

    Bueno, mi sueño era viajar. Ya que el dinero fluía bien comencé a cumplirlo: llevo 120 países visitados en siete continentes y, en breve, van a ser muchos más. Ahora mi modo de vida es viajar. He escrito algunos libros sobre negocios online, pero es un mundo que cambia constantemente. Estoy trabajando en un proyecto con el que ayudar a la gente a aprender de sus errores, que es algo que no cambia, vamos a cometerlos siempre. Todo surgió porque me senté a escribir en qué soy bueno y en qué soy malo; me salieron muchas a ambos lados, pero me di cuenta de que era bueno identificando mis errores y corrigiéndolos. De los errores se aprende mucho. Trabajo en un sistema para corregir y aprender de nuestros errores que sea muy efectivo. Estoy escribiendo un libro y planeo ofrecer charlas sobre ello, que es algo que he hecho en sitios como Sudamérica y Asia.

  3. Dani Martín: “Para mí, entrar a trabajar a Daylight Studios fue increíble, como cumplir un sueño”

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    La pasión por la electrónica y la fotografía desde que era un niño, unida a una completa formación en ambos campos hicieron de Dani Martín un candidato ideal para trabajar en Daylight Studios hace ya 27 años. Desde entonces, su capacidad de aprendizaje, trabajo y gestión le han convertido en un pilar imprescindible de la empresa que ha visto crecer al ritmo que exigen las producciones nacionales e internacionales de más alto nivel durante más de dos décadas. Charlamos con él de su labor como Director Técnico de nuestros estudios, sobre sus primeros pasos en el mundo de la fotografía o de su devoción por la tecnología, así como su percepción de la evolución del sector desde una posición privilegiada.

    ¿Cómo empezaste a acercarte al mundo de la fotografía?

    Me empezó a llamar la atención en los años 80, a través de un hermano de mi padre que tenía un laboratorio. Yo tenía seis años y gracias a él descubrí la magia de la fotografía: el positivado y el blanco y negro… También recuerdo que mis padres tenían un tomavistas que usaban para capturar imágenes.  Soy de un pueblo de la sierra, Rascafría, y a la hora de estudiar decidí hacer formación profesional cerca, en Buitrago, y en electrónica porque la tecnología era algo que me gustaba mucho. Una vez que termino electrónica les pido a mis padres venir a Madrid para estudiar fotografía porque quería seguir formándome. Al llegar aquí busco escuelas privadas pero me doy cuenta de que no podíamos pagarlas y las públicas estaban muy demandadas; no conseguía acceder porque venía de formación profesional y daban prioridad a la gente de bachillerato. Como no quería estar un año parado, volví a hacer otro ciclo formativo que tenía que ver con la electrónica y el mantenimiento de equipos informáticos. En esa formación conozco a una persona, Jorge Fernández, que hoy en día es asistente y fotógrafo con quién hago una gran amistad. Al año siguiente apruebo el examen de acceso para mayor de 21 años que me permite entrar a la pública, concretamente la Príncipe Felipe.

    Dani Martín, junto a Jorge Fernández, en los inicios de ambos con Daylight Studios.

    Y por primera vez escuchas hablar de Daylight Studios…

    Sí, mi amigo Jorge entró en una privada, le hablaron de Daylight Studios y fue él quien empezó a hablarme de ellos. Sería en el año 1997, justo después de mudarse del local de la calle Embajadores a Prudencio Álvaro. Así que, a la hora de empezar a hablar de mis futuras prácticas con mi tutor, que también les conocía, empecé a pensar en hacerlas allí. Jorge comenzó sus prácticas aquí y un día, para una producción compleja con DYC con el fotógrafo Javier Salas en la que había que sacar y meter kilos arena para crear una playa, Freddy le preguntó a Jorge si conocía a alguien que pudiera echar una mano. Entonces Daylight Studios no tenía grandes recursos y yo me apunté y me encantó ver cómo era una producción. Al terminar, Freddy nos invitó a comer y me sorprendió porque era una persona súper joven, con evidente potencial por lo que había conseguido y mucha energía. Le avisé de que en marzo sería su próximo alumno y se mostró encantado. Mientras tanto yo solicité una beca de junio a septiembre en Televisión Española porque me gustaba mucho la edición de video y, aunque estaba muy demandada, me la concedieron.

    Dani Martín y Freddy Frisuelos, jovencísimos, en un descapotable para una producción.

    ¿Qué pensaste al llegar aquí para hacer las prácticas?

    Que era un sitio espectacular para trabajar. Me di cuenta de se trataba de una empresa que contaba con recursos propios limitados, donde a menudo había que buscar soluciones para resolver distintas situaciones y generar esos recursos. Descubro que Freddy es una persona muy polifacética, con una energía increíble. Si había que pintar, hacer de albañil o montar decorados, se hacía. Para asistir a nivel de fotografía estaban él y Nacho Urbón. Además, veo un montón de equipo para trabajar y que hay que gestionar, algo que está muy relacionado con la electrónica y la tecnología que tanto me gustaban. Poco a poco noto que mi vocación por la electrónica y por la fotografía se unen y me empiezo a sentir muy cómodo en este entorno. Me encanta participar en las primeras producciones, para mí son sensaciones inolvidables empezar a sentirte parte de una producción. Luego, ver el resultado final en las revistas cuando has estado ahí en primera persona me parece algo impresionante. Trato de fijarme en todo lo que puedo tomando nota de cómo iluminan, de cómo gestionan su flujo de trabajo… le dedico todo el tiempo que podía dedicarle, estaba aquí a todas horas y casi siempre prácticamente me tenían que echar (risas). Era duro pero muy gratificante, porque aprendías muchísimo.

    Y te becan en Televisión Española y llega el verano…

    Sí, pero es que además cuándo empiezo las prácticas me llaman de la Comunidad de Madrid para trabajar en unos campamentos de verano en Rascafría en los que ya había estado y que me servían para tener dinero durante el año. Fue un verano duro, algo que sólo puedes hacer cuando eres tan joven: estaba de 8:00h. a 15:00h. en el campamento con los niños y a las 16:00h. entraba en Televisión Española hasta las 11:00h. o las 12:00h. Ahora miro atrás y lo veo como algo con me hacía muy feliz aunque era una paliza. Estaba contento porque había terminado una relación con Daylight de forma muy satisfactoria, dejando una buena impresión. En TVE me seleccionaron para hacer la edición de las noticias de tarde como montador en edición de vídeo, trabajando con el periodista en la sala de edición. Tengo muy buenos recuerdos porque además al final me encargaron hacer las piezas de deportes, que es algo que me gusta mucho.

    ¿Cómo vuelves a Daylight?

    Iban acabándose las prácticas y nos dijeron que nos llamarían pero, mientras tanto, Freddy ya me decía que había trabajos en los que podía intervenir. Le dije que iba a terminar las prácticas y él me dijo “Ok, pues el día 1 de octubre te quiero aquí”.  Para mí aquello fue increíble, no me lo podía creer, era un sueño cumplido poder empezar a trabajar aquí. Freddy cambió a Nacho, su ‘Studio Manager’, que ya se iba para hacer fotos, por dos personas: Esther y yo, que habíamos estado de prácticas y que él pensaba que teníamos potencial. Empezamos a trabajar de asistentes de plató y de fotógrafo. Freddy también disparaba como fotógrafo haciendo unos retratos espectaculares, sobre todo para Sony con el tema de la música. A mí el medio y el gran formato me encantaba y teníamos de todo: Sinar, Hasselblad, Pentax… Al principio, Freddy nos ponía con él para que fuéramos aprendiendo. Como siempre ha sido bastante perfeccionista y tiene mucha metodología, nos enseñaba cómo trabajar con las Polaroid, aprender a marcar bien la película, ver que cada una se disparaba de una manera, que había que llevarlas a un laboratorio para procesarlas de la manera que habíamos seleccionado. A partir de ahí, cruzar los dedos para que empezara la magia al día siguiente con los contactos y ver que todo estaba bien, confiando en que no hubiera habido ningún fallo en la carga de los chasis, por ejemplo. Recuerdo bien que Freddy nos decía “A ver,  si has cometido un error y has velado una película, no me des la cámara. Dímelo, incluso si dudas, porque sino todos estamos perdiendo el tiempo”. Cuando él vio que estábamos formados y que lo hacíamos bien nos empezó a encargar asistencias a fotógrafos fuera de aquí porque ya lo hacíamos bien en plato y podíamos salir solos.

    Y se inicia una fase con cambios en la empresa.

    Así es. Llega un momento en que Esther decide montárselo por su cuenta y yo, a su vez, me daba cuenta que mi perfil encajaba muy bien con la empresa porque podía hacer de todo y sentía que cada vez estaba mejor engrasado con su forma de funcionar. Pero a finales de los 90 Internet no funcionaba como ahora. Daylight Studios aparecía en un directorio internacional que se llamaba Red Box. Desde ahí te llamaban si querían hacer una producción en Madrid y necesitaban tus servicios. Empezamos a dar ese soporte de producción, viendo que faltaban cosas y tratando de ofrecerlas en producciones internacionales. Por ejemplo, nos pedían Profoto, que aún no había en España. En ese momento nos dImos cuenta de que venían a España fotógrafos cómo Annie Leibovitz o Elaine Constantine pidiendo equipo que o no teníamos o que no les valía. Yo anime a Freddy a que diéramos el paso de tener más equipo y él, que siempre quería estar un paso por delante, no dudó. Finalmente compramos Profoto porque la demanda internacional había crecido muchísimo. Empezamos a ser una empresa capaz de dar un servicio integral: a mí me gustaba mucho la parte tecnológica y me encantaba ver cómo funcionaba cada equipo y las productoras o los fotógrafos se daban cuenta de que había una persona que te podía decir cómo funcionaba cada equipo. Así empezamos a asesorar a fotógrafos o empresas para buscar la herramienta más adecuada para su trabajo.

    Con Melanie Griffith y Antonio Banderas.

    ¿Se trabajaba mucho?

    Creció la demanda para producciones internacionales, así que buscamos asistentes internacionales como Gregor Klaus, que fue el primero que entró en internacional. Con esa figura y el equipo Profoto dimos un salto cualitativo. Poco después compramos una furgoneta y empezamos a crear un paquete de servicios más potente. También es cierto que nos llegaban listados por fax con cosas que no conocíamos ni la mitad (risas). Tenías que mirar catálogos y catálogos para saber lo que era, pero te dabas cuenta de que estabas aprendiendo sin darte cuenta. Vivíamos el esplendor de la película y teníamos el laboratorio de Pepe, el hermano de Freddy, al lado del estudio para encargarse del revelado. Era una sinergia buenísima. Venían a trabajar Eugenio Recuenco, Rafa Gallar, Juan Aldabaldetrecu, … fotógrafos con los que trabajamos muchas veces y seguimos haciéndolo a día de hoy porque son verdaderos referentes para nosotros.

    Pero con el cambio al digital te planteas un cambio de aires. 

    Sí. Nosotros, como muchos otros, investigamos cómo adaptarnos cuando lo vimos venir. Apostamos por hacer el cambio y empezamos con Canon, que despuntaba, e hicimos la transición para empezar a ver cómo eran las cámaras digitales y cómo resolvían situaciones que se daban también con la película. Vimos que se hacía con calidad y que todo el trabajo que hacíamos con la película resultaba más fácil, aunque tenía otras complejidades. Pero repente había empresas que nos solicitaban respaldos digitales. En medio ese proceso yo me empecé a plantear cosas porque sentía que había llegado a un límite: pensé en ir a Estados Unidos podía aprender fuera y se lo conté a Freddy. Hablando con él, decidí quedarme con un acuerdo: que diéramos el paso de pasarnos a digital comprando un respaldo y apostando por ese departamento. Justo entonces habíamos estado en una producción en Bilbao en la que se necesitaba una autocaravana y también hablamos de que siempre necesitábamos un vehículo y nos encontrábamos con problemas. Como siempre nos gustaba buscar nuestros propios recursos, decidimos comprar una autocaravana para poder ofrecer un servicio mucho más completo, con camerino móvil, etc. Buscando soluciones para ver quién y cómo podría conducirla, yo me ofrecí para hacerlo y seguir haciendo otros trabajos a través del móvil. Funcionó. Nuestros clientes estaban contentos y ampliábamos nuestra oferta, con lo que nuestro estudio fue creciendo.

    ¿Cuándo adquiristeis formato medio digital?

    En cuanto a los respaldos, nos pusimos a investigar bien en 2002 porque ya existía una demanda real. Empezamos con Sinar y nos pasamos a Phase One porque vimos que era la herramienta que realmente estaba pensada para el flujo de trabajo con la moda. Y tenía Capture One, un software que nos descubrieron fotógrafos cómo la gente del Corte Inglés, que ya tenían mucha experiencia. Hicimos un estudio de mercado y varias pruebas. Vimos que eran equipos muy caros pero por los que valía hacer un esfuerzo y, viendo la dimensión que tomaba el apartado de digital, los adquirimos. Yo decidí quedarme y empecé a hacer funciones como técnico digital, dando un servicio de soporte digital integral, con cámara, ordenador y todo lo necesario. Entendimos cómo hacer la transición de la película al digital y cada trabajo con productoras extranjeras y fotógrafos extranjeros nos ayudaba a aprender más. Seguimos creciendo intentando reconocer en cada situación lo que hacía falta y no dejar nunca de apostar por lo que creíamos que era útil y necesario como empresa. Ése fue el punto de inflexión que hizo que decidiera quedarme definitivamente: sentía que lo tenía todo como entusiasta de la tecnología, Freddy era el primero que quería que el equipo estuviera perfecto y las necesidades cubiertas y le podía decir que necesitábamos otro respaldo u otra cámara, pero siempre con los pies en la tierra y de forma medida.

    ¿Cómo había cambiado la empresa que conociste cuando llegaste?

    Nos habíamos consolidado como un estudio de referencia en el que se cubrían todas las necesidades para una producción a todos los niveles, de forma integral y cubriendo todas las áreas posibles en colaboración con muchas otras empresas del sector que hay en Madrid con las que empezábamos a trabajar. Se generó una industria que crecía y en la que nosotros aportábamos nuestro granito de arena porque éramos capaces de dar servicio a producciones internacionales. En ese sentido, Freddy fue un visionario porque se dio cuenta antes que nadie de que aquí llegaban producciones y no habían equipos necesarios. A través de sus contactos y sus viajes a Estados Unidos para ver cómo funcionaba y trabajaba una industria donde todo estaba ya estandarizado él pudo ver lo que aquí faltaba y sintió que había que trasladar esa forma de trabajar, dando solución a nuestras necesidades con esa filosofía y muchísimo trabajo. Así hemos llegado hasta dónde estamos ahora mismo.

    La empresa no ha dejado de crecer, tanto en equipo como en recursos humanos…

    Hay un momento años atrás en el que empezamos a funcionar como un motor muy bien engrasado. Por un lado, debido a las soluciones que ofrece la empresa a nivel técnico, pero por otro, por ejemplo, con la tarea que que hace Marga Gorostiza desde 2001 gracias a su dominio del inglés, entre otras cosas, siendo la responsable de que tengamos la capacidad de trabajar con producciones internacionales. O Laura Polo, otra persona cuyo trabajo es fundamental: lleva muchísimos años con Freddy y conoce a la perfección la parte administrativa y de recursos humanos, áreas de importancia vital para una empresa que si no funcionan bien suponen un gran problema. Tenemos la suerte de tener un equipo con gente como Sophia, Iván, Miguel, Ana, Pablo, Leono… y todos los que han pasado por esta familia, que han trabajado fenomenal. Algo que siempre nos produce mucho orgullo es que la gente siempre nos dice que tenemos un gran grupo humano.

    ¿Tu rol cambia mucho en estos años?

    Realmente yo no siento que mi trabajo haya cambiado mucho con los años, nunca he tenido un momento en el que haya pensado que tenía que dar un paso atrás o implicarme menos, sino que siempre he permanecido muy vinculado con la empresa y he intentado tomar buenas decisiones, tanto si era para comprar equipos como para hacer movimientos que creíamos necesarios. Siento que mi implicación siempre ha sido máxima para poder ayudar a cualquier departamento, desde analizar cualquier producto nuevo que haya en el mercado a hablar con proveedores o buscar soluciones por toda España. Hemos descubierto que en ocasiones es necesario tener contactos en ciudades como Barcelona o Sevilla si necesitas algo concreto. Gracias a este trabajo hemos establecido una gran red de contactos y somos capaces de gestionar cualquier producción, con todos los permisos, vehículos, equipo o personas necesarias.

    Muchos aspectos a tener en cuenta si quieres que una producción tenga éxito.

    Claro. Pero si para todas esas tareas dependes de otras empresas o gestoras, todo va muy lento. Una de las ventajas más importantes de Daylight Studios es tener a nuestro alcance los recursos directos para poder resolver cualquier producción sin tener ningún retraso. A mí me han llamado por teléfono a las 22:00h. de la noche para decirme que necesitaban un camión lleno de equipo y cuatro técnicos en algún lugar de Madrid con todo lo necesario a la mañana siguiente y he podido de decir que sí porque sé que tenemos el equipo en el almacén, los vehículos o los técnicos. Tengo la certeza de que cuento con nuestros propios recursos, que son nuestra propia gente, y no tengo que hacer siete llamadas de teléfono para saber si puedo aceptar una producción. Y contamos con la garantía de decir que sí sin miedo a fallar porque vamos a cumplir 30 años de experiencia, que son muchos para saber qué es lo que puede fallar y dónde. Además, tú siempre aportas aunque te digan sus necesidades, avisando si crees que falta algo.

    ¿Con qué disfrutas más en Daylight Studios?

    Lo que más me gusta de este trabajo es que no dejas de aprender cada día. Siempre descubres algo nuevo. Si eres como yo, un entusiasta de la tecnología y siempre te piden lo más nuevo, eso hace que tengas que estar trabajando con los mejores equipos, que para mí es un lujo. Además, en Daylight nos preocupamos de formar; nuestra filosofía es que la gente que muestra sus ganas y esfuerzo al estar con nosotros debe recibir mucha formación para tener la capacidad de quedarse con nosotros o salir fuera y formar parte de esta industria estando preparados, conociendo todas las pautas y formas de trabajar de este negocio. Puede que haya otras empresas que no lo vean así pero nosotros de verdad creemos en esto. Por aquí han pasado decenas de personas a las que Daylight les ha servido como trampolín para dar el salto en el sector y ser profesional como asistente en primer lugar o fotógrafo más adelante. Para nosotros es un orgullo ver casos como Félix Valiente, Nils Schlebusch, Jesús Cordero, Diego Merino o Mikhail Novak, entre otros muchos.

    En Los Ángeles, California, junto a Andy García y parte del equipo.

    ¿Tienes algún recuerdo especial o anécdota favorita?

    Una de las cosas que tiene este trabajo y que te mantiene la energía es que a veces puede parecer rutinario, pero cada día pasa algo diferente. Una de las experiencias que recuerdo de forma especial es un trabajo con Paco Navarro para El Corte Inglés en Los Ángeles para fotografiar una campaña con Andy García. Fue una experiencia increíble estar con un actor de Hollywood en localizaciones increibles como Malibú, Santa Mónica o Beverly Hills. Algo muy intenso, porque en unos pocos días trabajamos mucho y participé en un trabajo espectacular, con un gran equipo humano. Me pareció increíble poder ver cómo trabajaban los equipos de rodaje en Estados Unidos porque, aunque nosotros estábamos en foto fija, podíamos ver como se rodaba y era como estar en una película. Fue una experiencia en la que aprendí muchísimo. Hay producciones que te enseñan muchísimo y tienes que tener los ojos abiertos, tratar de ser una esponja para fijarte y aprender, desde en un transportista al mejor fotógrafo, todos los ámbitos son importantes.

  4. Rafa Gallar: “Cuando empecé me agarré a la fotografía como a un salvavidas porque estaba desorientado y necesitaba tener un objetivo”

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    Rafa Gallar (1969, Alicante) es uno de los fotógrafos de moda más reconocidos de nuestro país, con trabajos para publicaciones como Elle, Harper’s Bazaar, Yo Dona, Esquire, Vanidad, Cosmopolitan, entre otras, o marcas como Dior, Chanel, L’Oreal, Mercedes-Benz, Nike, Audi y un largo etc… Conocido en el sector por el buena atmósfera de trabajo que genera en sus sesiones, nos tomamos un café con él para charlar sobre sus inicios como autodidacta y la progresiva evolución de su carrera tras comenzar haciendo fotografía industrial en su Alicante natal. En la entrevista también hablamos de su largo vínculo con Daylight Studios, del estado actual de la fotografía y de la tremenda ventana que supone Internet y las redes sociales -con sus pros y sus contras- como escaparate para los nuevos talentos que empiezan.

    ¿Cómo fueron tus inicios en la fotografía?

    No fue nada vocacional. Un familiar tenía un laboratorio en su casa, empecé a sentir curiosidad y a revelar alguna cosa allí. Usaba su cámara pero lo que más me llamaba la atención era el proceso químico, más el proceso mágico de la aparición de la imagen en sí que el hecho de hacer la foto. Debía tener 19 o 20 años y trabajaba por la noche, haciendo fotos después de currar, al amanecer, en la playa y con gente de la noche. Después, un compañero que tenía una marca de ropa de cuero me propuso hacer una foto y yo acepté, aunque francamente no tenía ni idea. Creo que me vio la cara de susto porque me propuso hacer las fotos con un amigo suyo que era fotógrafo en la Diputación de Alicante. Le conocí el día de la sesión y así empecé a trabajar. Lo pasé bien y salieron cosas muy chulas de la experiencia. Poco después, este mismo fotógrafo me propuso asociarme con él y trabajar con el equipo y el laboratorio de su padre, que además tenía algunos clientes, y al mes estaba haciendo fotos de muebles de baño y fotografía industrial con él. Y así empecé a ganar algo de dinero con algo que no me había planteado en la vida, me llevó el destino.

    ¿Te formaste en alguna escuela o academia?

    No, lo mío fue totalmente autodidacta, no pisé ningún sitio. Me compré un libro, más por pura supervivencia, por el miedo a no tener ni idea, que se llamaba ‘Fotografía paso a paso’, que sé que sigue por ahí funcionando. En el primer trabajo mi socio me dejó solo con una Mamiya 6×7 para que hiciera fotos a muebles de baño pero sólo me había explicado cómo se cargaban los rollos. Cuando volvimos a su estudio yo había cargado al revés todos los chasis y tuvimos que repetir todo (risas). Ése fue mi primer trabajo: no salió ni una foto. Fue un poco traumático, pero éramos jóvenes y nos lo tomábamos todo bien.

    Y la fotografía te empieza a enganchar…

    Cuando empecé me agarré a la fotografía como a un salvavidas, porque estaba desorientado y necesitaba tener un objetivo. No tenía ni vocación ni aspiración de nada.  Me encontraba en un momento en el que no quería seguir trabajando por la noche, quería algo más y no sabía bien qué podía hacer. No había estudiado, así que empecé a currar. Con el tiempo me separé de mi socio y conocí a unas personas que habían abierto la primera agencia de modelos de Alicante y empecé a hacer tests con ellos pero en pocos años decidí venirme a Madrid porque allí ya no veía mucho futuro. Había empezado a interesarme por la moda en Alicante, me compraba un par de revistas que llegaban allí, el Max alemán o el Elle… tampoco había mucha oferta. Empecé a interesarme por los fotógrafos clásicos, pero fue una vez ya había empezado a trabajar.

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    ¿Cómo fue tu llegada a Madrid?

    Pues con suerte, creo que he tenido mucha suerte en la vida. Justo antes de venirme me compré un libro que se llamaba ‘La fotografía publicitaria en España’ en el que salían un montón de fotógrafos que estaban haciendo moda y publicidad y decidí escribirles una carta a diez de ellos, seis de Barcelona y cuatro de Madrid, creo. Me hice una foto de 10×15, la junté con un clip a la carta y las envié con mi teléfono con la esperanza de ver si alguno me acogía. En la carta explicaba que era un fotógrafo de Alicante y que quería venirme a Madrid para aprender y trabajar. Yo ni sabía que existía la figura del ayudante de fotografía. No me contesto nadie, bueno, sí, Nacho Pinedo, que me contó que no podía ayudarme porque estaba viviendo en Londres y que deseó mucha suerte. En febrero de 1997 vine a Madrid porque conocía a una peluquera en Alicante que tenía una hermana que a su vez era peluquera en Cibeles. Sabía que me gustaba la moda y me dijo “vente a Madrid y así vienes a Cibeles”. Cogí una habitación en casa de unos tipos de Alicante y llegué una semana antes. Me fui para Cibeles y me dejaron pasar hasta a los camerinos, fui a un par de fiestas… algo alucinante. En dos días conocí a un montón de gente y me lo pasé muy bien. Justo entonces me llamó un fotógrafo inglés, Michael Wray, al que había escrito. Él pensaba que yo estaría en Alicante pero yo, con un resacón tremendo, le dije “que va, si llevo aquí tres días”. Me contestó “ok, pues vente mañana por aquí a trabajar” y al día siguiente empecé a trabajar con él de ayudante. Así estuve dos años.

    Dos años que te ayudarían a formarte como fotógrafo…

    Aprendí sobre todo a conocer gente, muchas personas que más adelante me darían trabajo. Técnicamente, como había hecho mucho producto con placas, ya estaba preparado, había tenido que profundizar mucho en la técnica. Pero no terminas de aprender de verdad hasta que no eres tú el que hace las fotos, porque tomar decisiones es lo que más importa. Pero no era fácil; era una época en la que hasta que no publicabas en una revista nadie sabía lo que hacías, y publicar no era sencillo. Hacías muchas fotos que no iban a ninguna parte, se quedaban en tu portfolio.

    Poco a poco tu carrera va arrancando.

    Sí, es un camino que no eliges y que no sabes nunca por dónde va a ir. Piensas que estás decidiendo tu carrera pero tu carrera va por dónde ella quiere. Hay muchos factores: una vez tienes suerte y conoces a una persona a la que le gustas pero otra te encuentras con alguien a quien no le gusta nada tu trabajo. Hay bajones y subidones, ves como muchos fotógrafos se quedan atrás, como gente que ha empezado contigo de ayudante no prospera mientras que otros te adelantan. Nunca sabes cuando estás de verdad preparado y eso puede dar miedo. Iba tratando de publicar mientras trabajaba de asistente para Wray, pero era duro porque no cobraba y de vez en cuando tenía que volver a Alicante para hacer algún trabajo de industrial y volver con dinero. Cuando me fui de su estudio seguí haciendo cosas como ayudante pero ganando dinero y me iban llamando algunos fotógrafos. Mientras comencé a publicar en algunas revistas como Tendencias, Vanidad, Neo2 y a partir de ese momento todo fue casi inmediato, con Woman, El País…

    Y como asistente vienes por primera vez a Daylight Studios…

    Sí, empecé a trabajar con Daylight Studios porque tenía amigos que trabajan allí e iba de vez en cuando como asistente freelance. Lo recuerdo como un entorno en el que me divertí muchísimo y en el que conocí a muchos amigos; alguno de mis ayudantes trabajo allí previamente. También lo conocí en un momento de mi carrera, como asistente, en el que todo es más sencillo y divertido. Pasas miedo porque quieres dar el salto pero desde luego estás más despreocupado que cuando eres fotógrafo porque no tienes tanta responsabilidad. Se hacen amigos muy rápido porque pasas tiempo con gente que está en la misma situación que tú, de fuera de Madrid, con miedos e ilusiones. Esa una etapa que recuerdo con mucho cariño. Yo ahora voy por allí y me veo reflejado en esos asistentes, a mí y a mis colegas hace años. Sabes que en el fondo están asustados porque les espera una carrera que es complicada, pero tienen una ilusión y energía increíbles.

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    Rafa Gallar, a finales de los 90 en una sesión en Daylight Studios.

    Tu relación con nuestros estudios dura ya casi dos décadas, ¿por qué piensas que Daylight Studios ha conseguido desarrollar una trayectoria tan sólida en el tiempo?

    Se trata de una cuestión pragmática. Te puedes tomar la fotografía como algo romántico, sujeto a vaivenes emocionales, o como algo práctico en lo que necesitas unos conocimientos, material, etc. Si te confundes, vas a lo romántico y sólo quieres hacer cosas increíbles, no te importa el resto porque sólo te interesa “el espíritu de la fotografía” estás jodido, porque lo que la gente quiere cuando va a tu estudio es que las cosas funcionen, que el material sea nuevo, que esté bien cuidado, ser atendido profesionalmente. Muchos estudios que han desaparecido porque no cuidaban estos aspectos. En otra época igual funcionaron con la idea de que lo que importaba era el arte, pero es que eran pocos y había mucho trabajo. Daylight Studios ha sabido filtrar bien esto y ha invertido esfuerzo y dinero en tener lo último, cuidar sus estudios y a los profesionales. Al final, tu buscas que los engranajes encajen. Es un equipo de gente a la que le encanta la fotografía pero que sabe cuidar el negocio y saben que eso tiene que ver con el equipo, el espacio, el marketing… Otros se olvidaron de todo esto pero aquí no.

    “Cuando alguien va a tu estudio busca que las cosas funcionen, que el material sea nuevo, que esté bien cuidado, ser atendido profesionalmente. Muchos estudios que han desaparecido porque no cuidaban estos aspectos. En otra época igual funcionaron con la idea de que lo que únicamente importaba era el arte, pero es que eran pocos y había mucho trabajo. Daylight Studios ha sabido filtrar bien esto y ha invertido esfuerzo y dinero en tener lo último, cuidar sus estudios y a los profesionales”

    ¿Dónde te pilló el cambio de analógico a digital?

    El cambio a digital me pilló ya trabajando, mis primeros trabajos grandes fueron con película. Aguanté un tiempo con ella porque mis primeras experiencias digitales fueron un desastre. Trabajabas con cable, no ibas suelto, hacías una foto cada cuatro segundos, cada dos por tres se quedaba pillado… era pesado e incómodo. Se veía claramente que iba a mejorar rápido pero al principio era desesperante y encima la calidad no se acercaba a la película. Luego según fue avanzando me enganché y aprendí a trabajar con Photoshop y retocar porque aún no estaba definida la figura del retocador. Enseguida me acomodé, porque antes me pasaba días en el laboratorio con la película y con el digital te ahorrabas mucho tiempo. No tenías que viajar con cajas y cajas de película y volver con miedo a que se hubiera perdido algo. Además, antes costaba tanto dinero empezar a hacer fotos: comprar película, revelar, copiar… era un proceso lento y mucha gente no podía hacer fotos por dinero.

    Hacer fotos se convirtió en algo mucho más accesible…

    Por supuesto. Antes era muy caro hacer fotos, te gastabas un dineral. Las cámaras eran mejores o peores pero todas era caras, ahora hay un rango enorme. Los ordenadores son asequibles y te duran mucho tiempo. Además todo el proceso de aprendizaje era más complejo y lento; recuerdo hacer fotos y apuntar los parámetros que había utilizado para repetirlos después y comprobar que eran los mismos. Todo eso ahora es inmediato, corriges un error en el momento en el que estás haciendo la foto, estás haciendo una práctica continua. En parte por eso vemos más talento ahora, antes no podía verse más porque no era una opción para mucha gente por mucho que quisiera dedicarse a ello. Era un hobby o una profesión algo clasista salvo para desesperados como yo que me tuve que agarrar a ella porque no tenía otra cosa, pero entiendo que hubiera gente que al ver lo poco accesible que era tuviera que terminar dedicándose a otra cosa y abandonar. Ahora es más visible, para bien o para mal.

    GALLAR

    Eres una persona con fama de hacer las cosas fáciles a tu equipo y por generar buen rollo en tus sesiones.

    Quizá estar relajado vaya con mi forma de ser, pero es que no sé trabajar de otra manera, es algo natural. Si pienso en ello, creo que en mis sesiones hay buen ambiente porque creo que somos unos afortunados. No puedes pedir más: tienes esta profesión y además ganas dinero con ella, ¿cómo no vas a ser agradecido? Tengo días libres, puedo estar con mi hija casi todo el tiempo o irme a montar en moto, ¿por qué quejarme? ¿por qué voy a estar tenso en una sesión? Para trabajar me rodeo con mis amigos. Mis ayudantes son gente con la que salgo a cenar o por la noche, muchos de ellos como Germán Arbós o Dani Torres, gente a la que conozco desde hace muchísimos años. O mi hermano Dani. Para muchos de ellos ser asistente es su profesión. Yo trató de trabajar con un círculo de ayudantes de confianza que casi no necesitan que les diga nada. Pero, ojo, también entiendo que si tienes una producción complicada se puedan tensar algo las cosas, tener que buscar una mayor concentración, pero de ahí a que se genere mal rollo… Supongo que va con el carácter de cada uno.

    ¿En qué estás trabajando ahora?

    Mucho editorial, pero también trabajo en un proyecto personal que hago para mí pero que también ofrezco a las revistas. Es una forma de desahogarme con mayor libertad y hacer cosas a mi aire, sin ningún tipo de barreras o límites; si luego encuentro algún sitio para publicarlo, ahora que hay tantos medios, sobre todo digitales, pues lo publico.

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    ¿Alguna vez has pensado en exponer tu obra?

    En alguna ocasión me lo ha propuesto alguna galería y, aunque haya dicho que sí al principio, luego me he echado atrás. En el fondo, creo que no me gusta la idea. Si te fijas, las paredes de mi casa estás vacías. Llevo meses intentando elegir una foto mía y no me gusta nada, pero tengo alguna foto de algún amigo que sí voy a colgar.

    ¿Cómo ves el estado de la fotografía actual?

    Bueno, en la fotografía ha pasado como en todos los sectores, han bajado las tarifas y han bajado los sueldos. Por otro lado,  me dan envidia las posibilidades actuales. Cuando empezaba, o publicabas en papel o no eras nadie, literalmente no existías. Eras un ayudante que a lo mejor habías hecho dos o tres test pero tenías que ir con tu book tocando en muchas puertas y no era fácil que te recibieran porque el ritmo era tan frenético como el de ahora. Tenías que encontrar un hueco para que alguien que no te conocía te reservara un poco de su tiempo. Sin embargo, ahora, las revistas pueden buscar por Internet vía Instagram, Facebook, miles de revistas digitales… Para mí eso es bueno, hay miles de plataformas y todo el mundo puede mostrar su trabajo. Es bueno para el trabajo que busca talento y para el talento que busca trabajo.

    ¿Y en lo negativo?

    Quizá sea malo para el tipo que tiene mal gusto, porque se puede acomodar. Veo falta de pudor. Un problema que veo en algunos fotógrafos que están empezando es que no filtran su trabajo, es decir, publican absolutamente todo. Cuando estás empezando, avanzas muy rápido, cambias tu forma de hacer fotos, pero veo que la gente no tiene la paciencia de esperar a llegar a cierto punto. Yo no hice un book hasta que no llevaba no sé cuántas horas hechas… Ahora veo que cuando alguien empieza a hacer fotos se apresura a mostrarlo y eso puede ser un problema porque las imágenes se van a quedar ahí. Estás exponiendo un trabajo a mucha gente que es mejor que tú y que no va a tener interés y a mucha gente que es peor que tú, gente que enseguida te va a empezar a alabar y así es muy fácil acomodarse. El aplauso del necio es peligrosísimo. Si no tienes autocrítica no vas a saber cuál es el aplauso que te interesa obtener. Es muy fácil caer en que tu motor sea la aceptación y el aplauso de estos en vez de tener referencias elevadas. Porque si lo que te interesa es que te aplaudan, siempre volverás atrás si no obtienes el respaldo que esperabas. Dar un giro si te has quedado estancado y salir de ese entorno en el que te pasan mucho la mano por la espalda es un problema jodido para mucha gente. Para mí ese el mayor problema. Yo tenía los mejores referentes porque no había otros; en los libros aparecían los grandes fotógrafos, no había algo intermedio. Ahora puedes tener referentes equivocados y dirigir tu camino hacia una mediocridad si no eres selectivo.

    “Ahora veo que cuando alguien empieza a hacer fotos se apresura a mostrarlo y eso puede ser un problema porque las imágenes se van a quedar ahí. Estás exponiendo un trabajo a mucha gente que es mejor que tú y que no va a tener interés y a mucha gente que es peor que tú, gente que enseguida te va a empezar a alabar y así es muy fácil acomodarse. El aplauso del necio es peligrosísimo. Si no tienes autocrítica no vas a saber cuál es el aplauso que te interesa obtener”.

    O caer en modas, hacer sólo lo que se lleva…

    Desde luego, pero ese es un tema más complejo, porque también entra el instinto de supervivencia. Yo lo he hecho y además tampoco está mal como método de aprendizaje. Eso sigue pasando hoy. Tú puedes tener un estilo pero a veces te piden algo distinto y tienes la capacidad de elegir si quieres hacerlo. A mí me pasa que hay gente que reconoce mis fotos, yo trato de buscar cosas que me encanten y ahora veo cosas preciosas. Hay gente joven haciendo cosas increíbles, algo que antes nos hubiéramos perdido, con un talento brutal. ¿Qué es competencia? Pues claro, pero no hay que pensar en ello así. También tenemos que asumir que esto se acabará y que tienes que dejar paso, las cosas no duran eternamente. Hay que disfrutar de lo que ves, toda esa energía que bulle. Yo estoy encantado con ese aspecto de las redes sociales.

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    ¿Has tenido algunas referencias muy definidas?

    No, he cambiado mucho de referentes, desde los clásicos pasando por los de moda, hay muchísimos. No tengo uno que haya seguido toda la vida, he cambiado. Por ejemplo, hubo una ápoca que lo que atraía eran las performances de los 70. No he tenido una escuela, me he adaptado, también creo que por eso he aguantado tantos años.

    Cuéntanos un recuerdo que te traiga Daylight Studios a la cabeza.

    Bueno, creo casi todos hemos tenido alguna vez esa conversación sobre dónde se encontraba cada uno en 2001 durante en el 11-S, ¿verdad? Bueno, pues yo estaba en Daylight Studios trabajando como fotógrafo. Disparaba en un plató y Juan Aldabaldetrecu en otro. Estaba haciendo la portada de un disco y recuerdo de que de repente nos avisaron de que había caído una torre. Encendimos una tele pequeñita en la cocina, junto a la sala de material, y estábamos flipando. Cuando a la media hora chocó el otro avión contra la segunda entramos todos en pánico. Seguimos trabajando, pero con una sensación de guerra mundial, de que aquello iba a ser el final de algo.

     

  5. “Siempre me he sentido p

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    Recientemente nos visitó el reconocido fotógrafo Nils Schlebusch en nuestros estudios, un viejo amigo con el que nos sentamos para hablar de sus inicios en la fotografía y en Daylight Studios, la evolución de su carrera o sus trabajos más recientes. Schlebusch ha trabajado con nosotros prácticamente desde nuestro nacimiento en 1990, cuando en España casi no existían estudios profesionales con alquiler de equipos, y tanto su camino como el nuestro han avanzado de forma paralela, logrando una equilibrada estrecha relación profesional y de amistad.

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    Schlebusch, que habla francés, alemán, inglés y español, llegó a nuestro país desde Alemania con 12 años y tras mostrar un temprano interés por convertirse en arquitecto finalmente se decantó por la fotografía, iniciando su carrera profesional como asistente en nuestras antiguas instalaciones, situadas en la calle Embajadores, a finales de los años 80 e inicios de la década de los 90. Después de trabajar en España como fotógrafo de moda, Nils dio el salto junto a su mujer a Nueva York, su hogar actual, donde trabajó en el mundo de la moda y, con el cambio de siglo, comenzó una fructífera trayectoria como fotógrafo de lifestyle y viajes para cabeceras tan importantes como Travel + Leisure, Conde Nast, Town & Country o Ski Magazine. Todo esto y más, nos lo cuenta en esta entrevista:

    919MPG, Day05, Two local women walking streets of Ollantaytambo

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  6. Jesús Cordero: “Trabajar en un mercado tan competitivo como Nueva York no es fácil, pero aprendes mucho”

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    Inicialmente formado en el diseño gráfico, un interés heredado por la fotografía hizo que Jesús Cordero se colocara detrás del objetivo al poner fin a un productivo ciclo profesional como técnico digital y retocador en Daylight Studios. Como fotógrafo de moda, publicidad, beauty o celebrities, el madrileño no tardó en hacerse un hueco en el sector trabajando con las mejores agencias y firmas o retratando a personalidades del mundo de la música, el cine o el deporte. A su trabajo como fotógrafo, que le ha llevado a residir a caballo entre Madrid, Miami y Nueva York a lo largo de más de 10 años, recientemente le ha sumado el video como nuevo formato con la realización de cuatro ‘fashion films’.

    ¿Cómo llegaste al mundo de la fotografía?

    Estudié Diseño Gráfico en el Instituto Europeo de Diseño y al terminar me fui a Londres un año para aprender inglés, donde además hice algún trabajillo como diseñador ‘freelance’. Después, volví y me puse a trabajar en dos reprografías pero la verdad es que no estaba muy contento. Como mi padre es fotógrafo, en casa siempre había cámaras y desde pequeño me había gustado mucho la fotografía. Iba con mi cámara a todos los lados, así que, un día, un buen amigo me vio un poco amargado y me dijo “Jesús, deja de hacer lo que estás haciendo y ponte a hacer fotos porque está claro que es algo que te gusta más”, y así llegué a Daylight Studios. Era el año 2002, vine para hacer tres meses de prácticas y cuando terminé Freddy Frisuelos (director general y fundador) me ofreció quedarme.

    ¿Qué significó esa etapa para tu carrera como fotógrafo?

    Esos tres meses me aportaron muchísimo porque aprendí trabajando con gente tan buena como Eugenio Recuenco, Juan Aldabaldetrecu o Rafa Gallar, por ejemplo. También me sirvió para conocer el funcionamiento de un estudio, cómo se usa el material, la forma de trabajar de cada fotógrafo, cómo tratar a cada cliente, vivir situaciones de todo tipo… Para mí, aprender aquí fue un lujo porque de verdad pienso que es lo mejor que hay, con gente que sabe y que te enseña. Sales preparado, es fácil comprobar que hay bastantes fotógrafos reconocidos que han salido de Daylight Studios.

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    Tu llegada coincide con el gran salto de analógico a digital…

    Sí, eran los inicios, después de mis prácticas me contrataron como técnico digital. Recuerdo que el primer respaldo digital que llegó fue un Sinar, algo muy limitado para lo que hay ahora mismo en el mercado. También hacía trabajos de retoque porque tenía experiencia como retocador después de haber pasado tres veranos trabajando en un sitio llamado Digital 13, donde usaba el software Paintbox, que ya no sé utiliza, y empecé con Photoshop. Allí vi trabajar a gente que sabía mucho, recuerdo haberme fijado mucho en el trabajo que un compañero hacía retocando para Javier Vallhonrat.

    ¿Cómo decides dar el salto e intentarlo por tu cuenta como fotógrafo?

    Bueno, es una buena historia: en realidad, yo dejé Daylight Studios porque a mí me dejó primero mi novia y entré en una crisis vital (risas). Era verano, hablé con Freddy y le dije “lo siento mucho pero necesito marcharme porque si no me voy a morir”, y él me dijo “vete, haz lo que tengas que hacer y cuando quieras, vuelve”, pero fue justo aquello lo que me dio pie a empezar en solitario, así que cuando he vuelto aquí, que desde entonces han sido un montón de veces, ha sido siempre para trabajar como fotógrafo.

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    © Jesús Cordero

    ¿Fueron comienzos difíciles?

    Mis primeros trabajos fueron encargos muy pequeños para revistas. No tenía muchos contactos y fue un poco una forma de ir conociendo el sector. Después empecé a hacer más publicidad que otra cosa, campañas para Bungalow, Sr. Lobo o J. Walter Thompson, por ejemplo. Con estos últimos fui a Cuba para hacer una campaña de los zumos Compal y después me salieron muchas otras más (Kellogg’s, Vodafone, Nintendo…). En ese momento me cogió un representante y empezó a moverme como representado. Con 28 años hice una campaña bastante grande de un perfume de Adolfo Domínguez; creo que ahí hubo un punto de inflexión y se produjo un salto de calidad porque de ahí pasé a trabajar más en moda para marcas como Louis Vuitton, Chanel o L’Oreal, y pienso que fue porque me conocieron a partir de aquella campaña.

    Uno de los motivos por los cuales le has dado una dimensión internacional a tu carrera es que has cambiado de residencia con frecuencia.

    Sí, me fui a Miami con 30 años para hacer unas producciones, me gustó y decidí instalarme allí un tiempo. Durante tres años alternaba temporadas, en invierno me iba a Miami y en verano me venía a España. Allí me fue muy bien, a los dos días de estar allí me llamó un representante e hice tres trabajos prácticamente sin conocer a nadie. Poco a poco fui conociendo a gente del mundo de la música, que es el negocio que más se mueve allí, como Emilio Estefan con quien empecé a trabajar para su discográfica. Hice portadas para dos discos de Gloria Estefan o Thalía, entre otros, además de trabajos de celebrities y editoriales para revistas como Vogue México.

    © Jesús Cordero

    © Jesús Cordero

    Y seguiste moviéndote…

    Me volví a España en 2009 porque estaba un poco cansado y pasé aquí una temporada, pero al tiempo decidí regresar a Estados Unidos, esta vez a Nueva York para trabajar en el mundo de la moda. Aquello no fue fácil porque es un mercado mucho más competitivo, con los mejores fotógrafos del mundo, pero aprendí mucho y, de hecho, ahora estoy yendo y viniendo allí. Vivo entre Madrid, Miami y Nueva York, pero también según la demanda de trabajo que haya, aunque a Nueva York voy a pasar temporadas y a Miami voy directamente por encargos. Acabo volviendo a Madrid porque aquí están mi familia y mis amigos y además me ha ido muy bien.

    ¿Cómo has vivido estando dentro y fuera de España la crisis económica y su impacto en el sector fotográfico?

    Yo tuve suerte porque a mí la crisis me pilló en pleno crecimiento: tenía bastante trabajo aquí y era justo cuando mejor estaba funcionando en Miami, pero es evidente lo mucho que le ha afectado al sector. Ahora todo ha cambiado, creo que no se valora tanto la figura del fotógrafo. A mí me ha pasado en Estados Unidos que, por trabajo, un chófer haya venido a recogido en el aeropuerto para llevarme a la suite de un hotel y hay hecho lo mismo para volver al avión. Está claro que es sólo un ejemplo y que eso no es lo que me hace falta para sentirme mejor, pero hay muchos otros detalles que te hacen sentirte valorado y que se están perdiendo.

    ¿Quiénes han sido tus referentes?

    Siempre me ha gustado Eugenio Recuenco, porque cuando yo crecía como fotógrafo era una persona que siempre estaba haciendo cosas diferentes y cada trabajo nuevo decías “qué bueno es este tío”. A nivel nacional, también Javier Vallhonrat, porque ves fotos suyas e impresiona ver cómo lo cuida todo: detalles, luz, colores, es como una obra de arte. A nivel internacional, Steven Meisel o Steven Klein porque ves sus trabajos y piensas “yo quiero hacer eso”.

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    © Jesús Cordero

    “Trabajar con Adrien Brody fue muy fácil, porque es una persona sencilla y humilde que sabía bien lo que buscaba y qué línea quería seguir”.

    ¿Es diferente trabajar con celebrities que trabajar con modelos?

    En el fondo es lo mismo, quizá sólo tienes que tener algo más de tacto porque son personas que no son modelos profesionales, cuyo trabajo es hacer lo que tú les pidas. Actores, cantantes, etc, son gente que, muchas veces, por su experiencia, saben lo que quieren y lo que les va a funcionar, por eso te piden algo concreto. Hay que saber escucharles para ver qué es lo que tienen en la cabeza. Por ejemplo, trabajar con Adrien Brody (ver foto) fue muy fácil, porque es una persona sencilla y humilde que sabía bien lo que buscaba y qué línea quería seguir. Otros que recuerdo por las muchas facilidades que te ofrecían son Gloria Estefan, Rafa Nadal o Roger Federer.

    Con tu experiencia como retocador, ¿cuál es tu posición ahora que hay tantos programas para tratar las imágenes? Hay defensores y detractores…

    Para mí el retoque es algo positivo, una herramienta más que hay que saber usar en su justa medida, sin alterar nada drásticamente y dependiendo de las necesidades de cada cliente. Indudablemente, eso no significa que haya que apoyarse sólo en el retoque y despreocuparse. Tienes que tener una buena base de la que partir para luego poder retocar una imagen, pero es que además hay que saber hacerlo, el retoque no se hace solo.

    ¿Qué proyectos tienes ahora entre manos?

    Estoy trabajando en proyectos personales como editoriales de moda y beauty pero recientemente también he empezado a trabajar en video. He hecho cuatro ‘fashion films’; ahora estoy montando el último. El video es un formato que me atrae y con el que quiero empezar a trabajar más.

    Fashion Film Ana Rujas from Jesus Cordero on Vimeo.

  7. Jonathan Miller: “Daylight was the first studio that I was told about when I came to Spain” (Video)

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    A good friend of Daylight Studios paid us a visit in late June: Jonathan Miller, an internationally-recognized fashion, editorial, beauty and advertising photographer with whom we have a longstanding relationship that goes back to 1990, was in Madrid to conduct a photo shoot in our Studio 3 with worldwide known model Nieves Álvarez as a part of his current personal project. Miller, who is based in Barcelona, sat with us to record a testimonial video in which he talks about his close bond with our company as well as his most recent work among other things. Here´s the video:

    Jonathan Miller started his career in New York as an assistant to legendary photographer Bruce Weber and soon established himself with clients all over the world. Creating his own particular style of warm, sensuous beauty, Jonathan has worked with, among others: Revlon, Burberry’s, Mango, Guess, Benson and Hedges, Replay, Calzedonia, Massimo Dutti and Anne Klein. His editorial work has appeared in many magazines throughout the world, including: American Glamor, German and Spanish Vogue, L’Officiel and Jalouse in Paris, and many Elle’s and Marie Claire’s all over Europe.

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