Rafa Gallar: «Cuando empecé me agarré a la fotografía como a un salvavidas porque estaba desorientado y necesitaba tener un objetivo»

Rafa Gallar (1969, Alicante) es uno de los fotógrafos de moda más reconocidos de nuestro país, con trabajos para publicaciones como Elle, Harper’s Bazaar, Yo Dona, Esquire, Vanidad, Cosmopolitan, entre otras, o marcas como Dior, Chanel, L’Oreal, Mercedes-Benz, Nike, Audi y un largo etc… Conocido en el sector por el buena atmósfera de trabajo que genera en sus sesiones, nos tomamos un café con él para charlar sobre sus inicios como autodidacta y la progresiva evolución de su carrera tras comenzar haciendo fotografía industrial en su Alicante natal. En la entrevista también hablamos de su largo vínculo con Daylight Studios, del estado actual de la fotografía y de la tremenda ventana que supone Internet y las redes sociales -con sus pros y sus contras- como escaparate para los nuevos talentos que empiezan.

¿Cómo fueron tus inicios en la fotografía?

No fue nada vocacional. Un familiar tenía un laboratorio en su casa, empecé a sentir curiosidad y a revelar alguna cosa allí. Usaba su cámara pero lo que más me llamaba la atención era el proceso químico, más el proceso mágico de la aparición de la imagen en sí que el hecho de hacer la foto. Debía tener 19 o 20 años y trabajaba por la noche, haciendo fotos después de currar, al amanecer, en la playa y con gente de la noche. Después, un compañero que tenía una marca de ropa de cuero me propuso hacer una foto y yo acepté, aunque francamente no tenía ni idea. Creo que me vio la cara de susto porque me propuso hacer las fotos con un amigo suyo que era fotógrafo en la Diputación de Alicante. Le conocí el día de la sesión y así empecé a trabajar. Lo pasé bien y salieron cosas muy chulas de la experiencia. Poco después, este mismo fotógrafo me propuso asociarme con él y trabajar con el equipo y el laboratorio de su padre, que además tenía algunos clientes, y al mes estaba haciendo fotos de muebles de baño y fotografía industrial con él. Y así empecé a ganar algo de dinero con algo que no me había planteado en la vida, me llevó el destino.

¿Te formaste en alguna escuela o academia?

No, lo mío fue totalmente autodidacta, no pisé ningún sitio. Me compré un libro, más por pura supervivencia, por el miedo a no tener ni idea, que se llamaba ‘Fotografía paso a paso’, que sé que sigue por ahí funcionando. En el primer trabajo mi socio me dejó solo con una Mamiya 6×7 para que hiciera fotos a muebles de baño pero sólo me había explicado cómo se cargaban los rollos. Cuando volvimos a su estudio yo había cargado al revés todos los chasis y tuvimos que repetir todo (risas). Ése fue mi primer trabajo: no salió ni una foto. Fue un poco traumático, pero éramos jóvenes y nos lo tomábamos todo bien.

Y la fotografía te empieza a enganchar…

Cuando empecé me agarré a la fotografía como a un salvavidas, porque estaba desorientado y necesitaba tener un objetivo. No tenía ni vocación ni aspiración de nada.  Me encontraba en un momento en el que no quería seguir trabajando por la noche, quería algo más y no sabía bien qué podía hacer. No había estudiado, así que empecé a currar. Con el tiempo me separé de mi socio y conocí a unas personas que habían abierto la primera agencia de modelos de Alicante y empecé a hacer tests con ellos pero en pocos años decidí venirme a Madrid porque allí ya no veía mucho futuro. Había empezado a interesarme por la moda en Alicante, me compraba un par de revistas que llegaban allí, el Max alemán o el Elle… tampoco había mucha oferta. Empecé a interesarme por los fotógrafos clásicos, pero fue una vez ya había empezado a trabajar.

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¿Cómo fue tu llegada a Madrid?

Pues con suerte, creo que he tenido mucha suerte en la vida. Justo antes de venirme me compré un libro que se llamaba ‘La fotografía publicitaria en España’ en el que salían un montón de fotógrafos que estaban haciendo moda y publicidad y decidí escribirles una carta a diez de ellos, seis de Barcelona y cuatro de Madrid, creo. Me hice una foto de 10×15, la junté con un clip a la carta y las envié con mi teléfono con la esperanza de ver si alguno me acogía. En la carta explicaba que era un fotógrafo de Alicante y que quería venirme a Madrid para aprender y trabajar. Yo ni sabía que existía la figura del ayudante de fotografía. No me contesto nadie, bueno, sí, Nacho Pinedo, que me contó que no podía ayudarme porque estaba viviendo en Londres y que deseó mucha suerte. En febrero de 1997 vine a Madrid porque conocía a una peluquera en Alicante que tenía una hermana que a su vez era peluquera en Cibeles. Sabía que me gustaba la moda y me dijo “vente a Madrid y así vienes a Cibeles”. Cogí una habitación en casa de unos tipos de Alicante y llegué una semana antes. Me fui para Cibeles y me dejaron pasar hasta a los camerinos, fui a un par de fiestas… algo alucinante. En dos días conocí a un montón de gente y me lo pasé muy bien. Justo entonces me llamó un fotógrafo inglés, Michael Wray, al que había escrito. Él pensaba que yo estaría en Alicante pero yo, con un resacón tremendo, le dije “que va, si llevo aquí tres días”. Me contestó “ok, pues vente mañana por aquí a trabajar” y al día siguiente empecé a trabajar con él de ayudante. Así estuve dos años.

Dos años que te ayudarían a formarte como fotógrafo…

Aprendí sobre todo a conocer gente, muchas personas que más adelante me darían trabajo. Técnicamente, como había hecho mucho producto con placas, ya estaba preparado, había tenido que profundizar mucho en la técnica. Pero no terminas de aprender de verdad hasta que no eres tú el que hace las fotos, porque tomar decisiones es lo que más importa. Pero no era fácil; era una época en la que hasta que no publicabas en una revista nadie sabía lo que hacías, y publicar no era sencillo. Hacías muchas fotos que no iban a ninguna parte, se quedaban en tu portfolio.

Poco a poco tu carrera va arrancando.

Sí, es un camino que no eliges y que no sabes nunca por dónde va a ir. Piensas que estás decidiendo tu carrera pero tu carrera va por dónde ella quiere. Hay muchos factores: una vez tienes suerte y conoces a una persona a la que le gustas pero otra te encuentras con alguien a quien no le gusta nada tu trabajo. Hay bajones y subidones, ves como muchos fotógrafos se quedan atrás, como gente que ha empezado contigo de ayudante no prospera mientras que otros te adelantan. Nunca sabes cuando estás de verdad preparado y eso puede dar miedo. Iba tratando de publicar mientras trabajaba de asistente para Wray, pero era duro porque no cobraba y de vez en cuando tenía que volver a Alicante para hacer algún trabajo de industrial y volver con dinero. Cuando me fui de su estudio seguí haciendo cosas como ayudante pero ganando dinero y me iban llamando algunos fotógrafos. Mientras comencé a publicar en algunas revistas como Tendencias, Vanidad, Neo2 y a partir de ese momento todo fue casi inmediato, con Woman, El País…

Y como asistente vienes por primera vez a Daylight Studios…

Sí, empecé a trabajar con Daylight Studios porque tenía amigos que trabajan allí e iba de vez en cuando como asistente freelance. Lo recuerdo como un entorno en el que me divertí muchísimo y en el que conocí a muchos amigos; alguno de mis ayudantes trabajo allí previamente. También lo conocí en un momento de mi carrera, como asistente, en el que todo es más sencillo y divertido. Pasas miedo porque quieres dar el salto pero desde luego estás más despreocupado que cuando eres fotógrafo porque no tienes tanta responsabilidad. Se hacen amigos muy rápido porque pasas tiempo con gente que está en la misma situación que tú, de fuera de Madrid, con miedos e ilusiones. Esa una etapa que recuerdo con mucho cariño. Yo ahora voy por allí y me veo reflejado en esos asistentes, a mí y a mis colegas hace años. Sabes que en el fondo están asustados porque les espera una carrera que es complicada, pero tienen una ilusión y energía increíbles.

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Rafa Gallar, a finales de los 90 en una sesión en Daylight Studios.

Tu relación con nuestros estudios dura ya casi dos décadas, ¿por qué piensas que Daylight Studios ha conseguido desarrollar una trayectoria tan sólida en el tiempo?

Se trata de una cuestión pragmática. Te puedes tomar la fotografía como algo romántico, sujeto a vaivenes emocionales, o como algo práctico en lo que necesitas unos conocimientos, material, etc. Si te confundes, vas a lo romántico y sólo quieres hacer cosas increíbles, no te importa el resto porque sólo te interesa “el espíritu de la fotografía” estás jodido, porque lo que la gente quiere cuando va a tu estudio es que las cosas funcionen, que el material sea nuevo, que esté bien cuidado, ser atendido profesionalmente. Muchos estudios que han desaparecido porque no cuidaban estos aspectos. En otra época igual funcionaron con la idea de que lo que importaba era el arte, pero es que eran pocos y había mucho trabajo. Daylight Studios ha sabido filtrar bien esto y ha invertido esfuerzo y dinero en tener lo último, cuidar sus estudios y a los profesionales. Al final, tu buscas que los engranajes encajen. Es un equipo de gente a la que le encanta la fotografía pero que sabe cuidar el negocio y saben que eso tiene que ver con el equipo, el espacio, el marketing… Otros se olvidaron de todo esto pero aquí no.

«Cuando alguien va a tu estudio busca que las cosas funcionen, que el material sea nuevo, que esté bien cuidado, ser atendido profesionalmente. Muchos estudios que han desaparecido porque no cuidaban estos aspectos. En otra época igual funcionaron con la idea de que lo que únicamente importaba era el arte, pero es que eran pocos y había mucho trabajo. Daylight Studios ha sabido filtrar bien esto y ha invertido esfuerzo y dinero en tener lo último, cuidar sus estudios y a los profesionales»

¿Dónde te pilló el cambio de analógico a digital?

El cambio a digital me pilló ya trabajando, mis primeros trabajos grandes fueron con película. Aguanté un tiempo con ella porque mis primeras experiencias digitales fueron un desastre. Trabajabas con cable, no ibas suelto, hacías una foto cada cuatro segundos, cada dos por tres se quedaba pillado… era pesado e incómodo. Se veía claramente que iba a mejorar rápido pero al principio era desesperante y encima la calidad no se acercaba a la película. Luego según fue avanzando me enganché y aprendí a trabajar con Photoshop y retocar porque aún no estaba definida la figura del retocador. Enseguida me acomodé, porque antes me pasaba días en el laboratorio con la película y con el digital te ahorrabas mucho tiempo. No tenías que viajar con cajas y cajas de película y volver con miedo a que se hubiera perdido algo. Además, antes costaba tanto dinero empezar a hacer fotos: comprar película, revelar, copiar… era un proceso lento y mucha gente no podía hacer fotos por dinero.

Hacer fotos se convirtió en algo mucho más accesible…

Por supuesto. Antes era muy caro hacer fotos, te gastabas un dineral. Las cámaras eran mejores o peores pero todas era caras, ahora hay un rango enorme. Los ordenadores son asequibles y te duran mucho tiempo. Además todo el proceso de aprendizaje era más complejo y lento; recuerdo hacer fotos y apuntar los parámetros que había utilizado para repetirlos después y comprobar que eran los mismos. Todo eso ahora es inmediato, corriges un error en el momento en el que estás haciendo la foto, estás haciendo una práctica continua. En parte por eso vemos más talento ahora, antes no podía verse más porque no era una opción para mucha gente por mucho que quisiera dedicarse a ello. Era un hobby o una profesión algo clasista salvo para desesperados como yo que me tuve que agarrar a ella porque no tenía otra cosa, pero entiendo que hubiera gente que al ver lo poco accesible que era tuviera que terminar dedicándose a otra cosa y abandonar. Ahora es más visible, para bien o para mal.

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Eres una persona con fama de hacer las cosas fáciles a tu equipo y por generar buen rollo en tus sesiones.

Quizá estar relajado vaya con mi forma de ser, pero es que no sé trabajar de otra manera, es algo natural. Si pienso en ello, creo que en mis sesiones hay buen ambiente porque creo que somos unos afortunados. No puedes pedir más: tienes esta profesión y además ganas dinero con ella, ¿cómo no vas a ser agradecido? Tengo días libres, puedo estar con mi hija casi todo el tiempo o irme a montar en moto, ¿por qué quejarme? ¿por qué voy a estar tenso en una sesión? Para trabajar me rodeo con mis amigos. Mis ayudantes son gente con la que salgo a cenar o por la noche, muchos de ellos como Germán Arbós o Dani Torres, gente a la que conozco desde hace muchísimos años. O mi hermano Dani. Para muchos de ellos ser asistente es su profesión. Yo trató de trabajar con un círculo de ayudantes de confianza que casi no necesitan que les diga nada. Pero, ojo, también entiendo que si tienes una producción complicada se puedan tensar algo las cosas, tener que buscar una mayor concentración, pero de ahí a que se genere mal rollo… Supongo que va con el carácter de cada uno.

¿En qué estás trabajando ahora?

Mucho editorial, pero también trabajo en un proyecto personal que hago para mí pero que también ofrezco a las revistas. Es una forma de desahogarme con mayor libertad y hacer cosas a mi aire, sin ningún tipo de barreras o límites; si luego encuentro algún sitio para publicarlo, ahora que hay tantos medios, sobre todo digitales, pues lo publico.

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¿Alguna vez has pensado en exponer tu obra?

En alguna ocasión me lo ha propuesto alguna galería y, aunque haya dicho que sí al principio, luego me he echado atrás. En el fondo, creo que no me gusta la idea. Si te fijas, las paredes de mi casa estás vacías. Llevo meses intentando elegir una foto mía y no me gusta nada, pero tengo alguna foto de algún amigo que sí voy a colgar.

¿Cómo ves el estado de la fotografía actual?

Bueno, en la fotografía ha pasado como en todos los sectores, han bajado las tarifas y han bajado los sueldos. Por otro lado,  me dan envidia las posibilidades actuales. Cuando empezaba, o publicabas en papel o no eras nadie, literalmente no existías. Eras un ayudante que a lo mejor habías hecho dos o tres test pero tenías que ir con tu book tocando en muchas puertas y no era fácil que te recibieran porque el ritmo era tan frenético como el de ahora. Tenías que encontrar un hueco para que alguien que no te conocía te reservara un poco de su tiempo. Sin embargo, ahora, las revistas pueden buscar por Internet vía Instagram, Facebook, miles de revistas digitales… Para mí eso es bueno, hay miles de plataformas y todo el mundo puede mostrar su trabajo. Es bueno para el trabajo que busca talento y para el talento que busca trabajo.

¿Y en lo negativo?

Quizá sea malo para el tipo que tiene mal gusto, porque se puede acomodar. Veo falta de pudor. Un problema que veo en algunos fotógrafos que están empezando es que no filtran su trabajo, es decir, publican absolutamente todo. Cuando estás empezando, avanzas muy rápido, cambias tu forma de hacer fotos, pero veo que la gente no tiene la paciencia de esperar a llegar a cierto punto. Yo no hice un book hasta que no llevaba no sé cuántas horas hechas… Ahora veo que cuando alguien empieza a hacer fotos se apresura a mostrarlo y eso puede ser un problema porque las imágenes se van a quedar ahí. Estás exponiendo un trabajo a mucha gente que es mejor que tú y que no va a tener interés y a mucha gente que es peor que tú, gente que enseguida te va a empezar a alabar y así es muy fácil acomodarse. El aplauso del necio es peligrosísimo. Si no tienes autocrítica no vas a saber cuál es el aplauso que te interesa obtener. Es muy fácil caer en que tu motor sea la aceptación y el aplauso de estos en vez de tener referencias elevadas. Porque si lo que te interesa es que te aplaudan, siempre volverás atrás si no obtienes el respaldo que esperabas. Dar un giro si te has quedado estancado y salir de ese entorno en el que te pasan mucho la mano por la espalda es un problema jodido para mucha gente. Para mí ese el mayor problema. Yo tenía los mejores referentes porque no había otros; en los libros aparecían los grandes fotógrafos, no había algo intermedio. Ahora puedes tener referentes equivocados y dirigir tu camino hacia una mediocridad si no eres selectivo.

«Ahora veo que cuando alguien empieza a hacer fotos se apresura a mostrarlo y eso puede ser un problema porque las imágenes se van a quedar ahí. Estás exponiendo un trabajo a mucha gente que es mejor que tú y que no va a tener interés y a mucha gente que es peor que tú, gente que enseguida te va a empezar a alabar y así es muy fácil acomodarse. El aplauso del necio es peligrosísimo. Si no tienes autocrítica no vas a saber cuál es el aplauso que te interesa obtener».

O caer en modas, hacer sólo lo que se lleva…

Desde luego, pero ese es un tema más complejo, porque también entra el instinto de supervivencia. Yo lo he hecho y además tampoco está mal como método de aprendizaje. Eso sigue pasando hoy. Tú puedes tener un estilo pero a veces te piden algo distinto y tienes la capacidad de elegir si quieres hacerlo. A mí me pasa que hay gente que reconoce mis fotos, yo trato de buscar cosas que me encanten y ahora veo cosas preciosas. Hay gente joven haciendo cosas increíbles, algo que antes nos hubiéramos perdido, con un talento brutal. ¿Qué es competencia? Pues claro, pero no hay que pensar en ello así. También tenemos que asumir que esto se acabará y que tienes que dejar paso, las cosas no duran eternamente. Hay que disfrutar de lo que ves, toda esa energía que bulle. Yo estoy encantado con ese aspecto de las redes sociales.

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¿Has tenido algunas referencias muy definidas?

No, he cambiado mucho de referentes, desde los clásicos pasando por los de moda, hay muchísimos. No tengo uno que haya seguido toda la vida, he cambiado. Por ejemplo, hubo una ápoca que lo que atraía eran las performances de los 70. No he tenido una escuela, me he adaptado, también creo que por eso he aguantado tantos años.

Cuéntanos un recuerdo que te traiga Daylight Studios a la cabeza.

Bueno, creo casi todos hemos tenido alguna vez esa conversación sobre dónde se encontraba cada uno en 2001 durante en el 11-S, ¿verdad? Bueno, pues yo estaba en Daylight Studios trabajando como fotógrafo. Disparaba en un plató y Juan Aldabaldetrecu en otro. Estaba haciendo la portada de un disco y recuerdo de que de repente nos avisaron de que había caído una torre. Encendimos una tele pequeñita en la cocina, junto a la sala de material, y estábamos flipando. Cuando a la media hora chocó el otro avión contra la segunda entramos todos en pánico. Seguimos trabajando, pero con una sensación de guerra mundial, de que aquello iba a ser el final de algo.