Rolf Magener: «Cuando tengo que contar un historia de éxito siempre utilizo la de ‘Freddy’ Frisuelos y Daylight Studios porque es especial»

En 2020 Daylight Studios celebrará su 30º aniversario y Rolf Magener (Sudáfrica, 1963) ha sido testigo e incluso protagonista ocasional en el camino recorrido por los estudios madrileños de fotografía y video para afianzarse como una referencia en el sector dentro y fuera de España. Después de crecer en Mijas (Málaga) e iniciar su formación en Estados Unidos, Magener se mudó a Madrid para convertirse en fotógrafo y más tarde regresar a Nueva York para ejercer como tal. Era el final de la década de los 80 en la capital cuando él y Freddy Frisuelos, fundador y director general de Daylight Studios empezaron a forjar una amistad que dura ya décadas. Con motivo de la reciente visita del sudáfricano a Madrid aprovechamos la oportunidad para sentarnos con él y escuchar una historia sobre fotografía, la capacidad de anticiparse a la revolución de Internet y convertirse en una gran influencia para Daylight Studios o la habilidad para reinventarse como un emprendedor que en los últimos tiempos ha hecho de sus viajes por todos los rincones del mundo un modo de vida.

¿Cómo surge tu vínculo con España y tu vocación por la fotografía?

Mis padres se mudaron a Mijas cuando yo tenía ocho años y yo me crié en España. A los 17 años me fui a estudiar fotografía a EEUU, pero fue una experiencia que no disfruté demasiado porque la escuela en la que estuve estaba enfocada a preparar a fotógrafos de bodas, etc, y yo buscaba algo diferente. Así que me volví a España a trabajar con Peter Muller como asistente de fotografía. Estuve cerca de dos o tres años trabajando con un profesor de Freddy que se llamaba Luis Alonso. Coincidió que él se iba y yo me quedé como asistente principal de Peter pero dos años más tarde decidí ir a Alemania a trabajar con un fotógrafo de moda amigo de Muller porque lo que él hacía era fotografía comercial y a mí me atraía la moda. Cuando me iba tuve que buscar un suplente y después de ver a varias personas, seleccione a Freddy.

Y a partir de ahí se inicia una amistad de más de tres décadas, ¿cómo sucede?

Para mí Freddy es una inspiración: recuerdo que vino a verme con su portafolio, muy bien vestido. Yo estaba pintando el ciclorama para una producción que tendríamos en unos cuantos días y sin pensárselo se puso a pintar conmigo. Vi que tenía algo que los demás no tenían. Vino a la producción y con verle trabajar sólo un día me di cuenta que iba a funcionar. Tenía unas ganas enormes y ponía corazón. Conectamos muy bien porque vi que el tenía el mismo amor por la fotografía que yo. Mantuvimos el contacto y al volver de Alemania retomé mi sueño de convertirme en un fotógrafo reconocido en EEUU, por lo que me fui a Nueva York. Después de dos meses conseguí un loft grande en Park Avenue que era el estudio de un fotógrafo suizo, quien me lo dejó con todo su equipo. Llamé a Freddy y le dije “vente porque tenemos la oportunidad de nuestras vidas”. Pero Freddy, quien tenía todo preparado para venirse, no llegó porque se le cruzó el amor. Se enamoró de una chica, Ana, que hoy en día es su mujer y que es una persona fantástica.

Pero sí fue a visitarte…

Varias veces. Me visitó cuando empezaba con Daylight Studios en Embajadores, su primera localización. Vi el esfuerzo que estaba haciendo y le dije que tenía que venir para ver cómo trabajan los grandes estudios neoyorquinos de alquiler, porque estaban surgiendo muchos. Él llegó como una esponja, absorbió todo lo que pudo después de que le enseñara todos los estudios que conocía y le presentara a sus responsables. Tenía unas ganas tremendas de aprender. Iba con una libreta apuntándolo todo. Cada  vez que yo venía a Madrid veía que él estaba poniendo en funcionamiento lo que había visto en Nueva York. No eran cosas complicadas, eran simples, pero marcaban la diferencia. Se traía equipo que aún no existían en España pero que los fotógrafos extranjeros sí demandaban en sus producciones. Vino muchas veces y cada vez se llevaba algo distinto. Recuerdo cuando compró los primeros equipos Profoto que hubo en Madrid, porque siempre estaba innovando, y así sigue. Veo Daylight Studios ahora y me doy cuenta de que no para de crecer, manteniendo un nivel altísimo.

Freddy siempre cuenta que Daylight Studios se inspiraron allí, en Nueva York, y eso te convierte en un actor importante en su historia. ¿Cómo te sientes cuando vienes a España y visitas de nuevo nuestros estudios?

Me siento muy orgulloso de haber sido parte de este proceso y de ver cómo ha evolucionado. Cuando tengo que contar una historia de éxito siempre utilizo la de ‘Freddy’ Frisuelos y Daylight Studios porque es especial. No tenía fondos y recursos ilimitados, pero se lo buscó trabajando y sumando poco a poco. Estos estudios tienen nivel mundial, se podrían poner en Nueva York y tendrían éxito porque además hay gente muy buena trabajando en ellos. Es cierto que yo le animaba pero eso no es suficiente, hay gente que le puedes enseñar el camino y no hace nada; en el caso de Freddy siempre persiguió su sueño con esfuerzo.

«En 1995 o 1996 le comenté a Freddy que en Estados Unidos Internet estaba empezando a convertirse en algo muy grande y le sugerí coger rápidamente el dominio actual: www.daylightstudios.com»

También tuviste un papel muy importante con la llegada de Internet…

Sí, creo que compré mi primer Mac en el 94 y empecé a poner mi portafolio online enseguida porque vi que era fácil y una forma de no tener que mandarlo por Fedex. Tenía un amigo que estaba seguro de que Internet era imparable, vi una posibilidad real y decidí probar. Aún no se sabía lo que iba a ser Internet pero intuía lo que podía llegar a ser. Cogí mi dominio enseguida y le dije a Freddy que tenía que tener una página. Cuando dejé de ilusionarme con la fotografía y quise cambiar me pareció lógico hacer páginas web para otra gente porque se me daba bien y la gente siempre me hablaba de lo que le gustaba la mía. Le comenté a Freddy, sobre 1995 o 1996, que en Estados Unidos Internet estaba empezando a convertirse en algo muy grande y le sugerí coger rápidamente el dominio actual: www.daylightstudios.com. Al principio, él quería cogerlo sólo en español pero le convencí para coger el .com porque sabía que había al menos dos estudios más en el mundo, uno de ellos de mucha calidad en París, con el mismo nombre y era cuestión de tiempo que se hicieran con él. Ahora incluso hay más con ese nombre, pero el dominio es sólo de la empresa de Freddy.

Y además desarrollaste la primera página web…

Sí, era una página que durante muchos años estuvo funcionando y aguantó muy bien el paso del tiempo. Es fácil trabajar con personas como Freddy porque confió en mí y me dejó trabajar. He hecho páginas para otros muchos clientes en los que me decían “yo pago, yo decido” sin demasiado criterio. Él siempre ha tenido la capacidad de adaptarse y ver cuándo meterse en algo y cuando no. Creo que esa es una de la claves por las que Daylight Studios tiene 30 años de vida, que es muchísimo para un negocio de este tipo. Si te fijas, la mayoría de los estudios en los que Freddy se fijó hace tantos años han cerrado o han cambiado para ser algo diferente. Hay un equipo de gente fantástico y verlo cambiar y mejorar con cada visita que hago me hace sentir muy bien y orgulloso de haber formado parte de alguna manera. Insisto en que Freddy es uno de los mejores emprendedores que conozco, y conozco a muchos. El hecho de que ahora esté dando un paso atrás después de tantos años es lo mejor que puede hacer porque no ha dejado de trabajar duro durante muchos años.

A mediados de los 90 dejas la fotografía, ¿por qué?

Cuando era fotógrafo, después de empezar en España, decidí dedicarme a la moda porque era el mundo que más me atraía. Asistí a varios fotógrafos muy reconocidos en Nueva York y conocí un mundo fantástico en el que no parabas de viajar:  destinos como Milán, Paris; grandes modelos como Linda Evangelista, Claudia Schiffer… Cuando empiezas desde abajo tienes que luchar para poder tener un buen portafolio, así que después de que Freddy me dejara el estudio y comprobar que estaba preparado, me marché a Nueva York y tuve la suerte de tardar un par de años en establecerme. Conseguí hacer fotos de catálogo para marcas como Nicole Miller pero, al final, lo que mejor me resultó fue trabajar en bodegones de producto, con botellas de perfume para Revlon, por ejemplo. Me fue bien y, mientras tanto, hacía cosas en el mundo de la moda, pero como es un mundo bastante cambiante perdí algunos clientes, unos porque se arruinaron y otros porque decidieron trabajar con otras personas. Perdí la ilusión porque al final me encontré en una situación en la que me debían mucho dinero y tenía la sensación de que no valía la pena. Y fue ahí, con el cambio de análogico a digital, cuando decidí parar.

Y cambias de profesión.

Sí, estuve hasta 2001 haciendo páginas web. Me mudé de Nueva York a Nuevo Méjico, donde me construí una casita en el campo, y tenía mis clientes en Nueva York. Todo iba bien, ganaba buen dinero, estaba contento y mi nivel de vida no necesitaba grandes gastos. Pero llegó el 11-S y en tres meses, con la crisis que se generó con todas las empresas reduciendo costes, perdí toda mi cartera de clientes. Me di cuenta de que para ellas lo primero que se elimina son gastos derivados de cosas como la página web, su mantenimiento, etc. En poco tiempo empecé a ver cómo el dinero desaparecía hasta llegar a un momento en el que me quedaba con apenas 100 dólares en una de mis cuentas.

«Llegó el 11-S y en tres meses perdí toda mi cartera de clientes. En poco tiempo empecé a ver cómo el dinero desaparecía hasta llegar a un momento en el que me quedaba con apenas 100 dólares en una de mis cuentas»

¿Cómo reaccionaste en una situación tan extrema?

Empecé por vender cosas que tenía como mis libros de fotografía y cualquier otra cosa que pudiera. Me había comprado un iPod, que era algo relativamente reciente, y decidí venderlo, así que lo anuncié en Internet. Un tipo me ingresó 300 o 400 dólares por él y cuando fui a enviárselo me di cuenta de que la pantalla estaba rayada porque había estado metido en una mochila. No sabía que hacer, si mandarle el dinero de vuelta o tratar de buscar una solución. Empecé a bucear desesperado en Google y después de mucho indagar encontré un tipo que decía que un líquido que había para pulir las ventanas de un coche servía para eliminar los daños de la pantalla del iPod. Compré una botella que vi a la venta, tan grande que podrías haber limpiado quinientos iPods. Vi que, efectivamente, funcionaba, así que lo limpié y se lo envié al comprador, que quedó contento con su adquisición. De repente se me encendió una bombilla y me di cuenta de que ahí había una oportunidad. Decidí usar un bote pequeño que tenía por ahí y crear una etiqueta. Lo puse a la venta como iCleaner y compré rápidamente el dominio. Después de una hora había vendido el primero. Un poco más tarde, dos más. Al día siguiente, otros tres. Recuerdo que vino mi hermana a verme justo entonces y le dije “creo que con esto voy a ganar mucho dinero”. Diseñé una página  y seguí vendiendo por eBay. Cada día doblaba las ventas del anterior. En cuatro días tenía pedidos de todas partes, hasta de Australia. Y con sólo con ese negocio estuve viviendo varios años. Cada fallo que cometía, que por supuesto los había, lo corregía y aprendía un poco más.

Así que te reinventaste empezando prácticamente desde cero. ¿Ahora a qué te dedicas?

Bueno, mi sueño era viajar. Ya que el dinero fluía bien comencé a cumplirlo: llevo 120 países visitados en siete continentes y, en breve, van a ser muchos más. Ahora mi modo de vida es viajar. He escrito algunos libros sobre negocios online, pero es un mundo que cambia constantemente. Estoy trabajando en un proyecto con el que ayudar a la gente a aprender de sus errores, que es algo que no cambia, vamos a cometerlos siempre. Todo surgió porque me senté a escribir en qué soy bueno y en qué soy malo; me salieron muchas a ambos lados, pero me di cuenta de que era bueno identificando mis errores y corrigiéndolos. De los errores se aprende mucho. Trabajo en un sistema para corregir y aprender de nuestros errores que sea muy efectivo. Estoy escribiendo un libro y planeo ofrecer charlas sobre ello, que es algo que he hecho en sitios como Sudamérica y Asia.