Félix Valiente: «Trabajar en un estudio me ha ayudado mucho más que aprender a medir la luz o abrir más o menos el diafragma»
Afortunadamente para la fotografía el cambio de siglo quiso que Félix Valiente (Madrid, 1980) dejara a un lado una vida de traje, corbata y firma de préstamos e hipotecas para acercarse al mundo de la imagen, por el que sentía atracción ya de adolescente, y así descubrir, primero como estudiante y después trabajando en Daylight Studios como asistente de plató y técnico digital, la vocación de ponerse detrás de la cámara. Fiel a su manera de ver la vida y hacer las cosas, el objetivo de Valiente se ha ido colando sin prisa pero sin pausa en producciones cada vez más importantes y ya es algo habitual encontrar su firma en prestigiosos editoriales de moda y campañas de publicidad. Claro y expresivo, Félix charla con nosotros sobre su paso por nuestros estudios -anécdotas incluidas-, y nos explica el particular camino que le ha llevado a convertirse en un reconocido fotógrafo.
Tu vocación por la fotografía se produce de manera algo tardía.
Sí. A mí siempre me había llamado la atención la carrera de Imagen y Sonido, pero cuando terminé el colegio no había plazas, así que estudié Administración de Empresas. Estaba trabajando en gestorías, trajeado, llevando poderes notariales y firmando hipotecas con los clientes cuando un día en una fiesta me encontré con una amiga a la que hacía años que no veía que me contó que estaba trabajando para Disney en televisión. Mientras me lo contaba, yo pensaba para mí “pero si esto es lo que yo quería hacer y en cambio estoy metido en una oficina. Aquí falla algo”. Así que me informé y conseguí una plaza para hacer un módulo de imagen -video y fotografía-, pero en esos momentos con la fotografía ni contaba. Para poder hacer esto, en el trabajo, donde necesitaban informáticos, solicité una reducción de jornada con el pretexto de formarme pagándome yo el curso. Cedieron y yo, en lugar de estudiar informática, me puse a estudiar imagen.
Y es allí donde empiezas a conocer este mundo.
Efectivamente. Allí, en la escuela Siglo XXI y gracias a un profesor y fotógrafo llamado Pablo Santana, descubro la fotografía, algo que por entonces ni contemplaba que pudiera considerarse como un trabajo. A mí me atraía lo visual, incluso más la televisión y el mundo del cine. La moda, revistas, todo eso me quedaba muy lejos, pero Mario debió ver algo en mí y me empezó a motivar. Me empieza a picar el gusanillo cuando la escuela organiza un certamen durante el curso y resulta que lo gano yo.
¿Cómo se produce el cambio de rumbo definitivo?
Con mi llegada a Daylight Studios en 2002 para hacer unas prácticas. Mi profesor tenía contacto con el estudio y me habló de Eugenio Recuenco, un fotógrafo que trabajaba mucho aquí, así que comencé y enseguida estaba montando decorados con Eugenio. Mi llegada coincidió con un momento de menos volumen de trabajo y la gente que trabajaba en Daylight –Dani, Munio o Vince- eran personas con mucho interés en enseñarte; enseguida te sacaban todas las cámaras y el material para que lo vieras, lo montaras y desmontaras. Para mí todo esto era nuevo pero empiezo a pensar que me he metido en algo interesante. Aprendo a ser un manitas porque en un estudio hay que hacer muchas cosas, desde un estucado para una sesión a montar decorados o cualquier cosa relacionada con albañilería, fontanería, carpintería… Mi puesto en prácticas es de asistente de plató: facilito trabajo y material a quienes vienen a hacer una producción.
«En Daylight Studios siempre estaban por la labor de enseñarte y que no te quedaras sólo en un ‘venga, saca estos generadores al plató’, sino que te decían ‘vamos a investigar, a abrirlos para ver cómo son y cómo funcionan’.»
Félix Valiente (4º por la izqda. de pie), junto a Peter Lindbergh y el equipo de Daylight Studios
¿Vas evolucionando a nivel técnico?
Mucho. Aquí siempre estaban por la labor de enseñarte y que no te quedaras sólo en un “venga, saca estos generadores al plató”, sino que te decían “vamos a investigar, a abrirlos para ver cómo son y cómo funcionan”. Por eso Daylight es así, que te da la garantía de que técnicamente todo va a funcionar; si surge algo jamás escucharás un “no” sino un “espérate a ver cómo lo vamos a solucionar”. Siempre había algo que hacer y aprender.
Poco a poco vas conociendo de primera mano los entresijos de todo tipo de producciones, una formación impagable.
A mí este tipo de formación me ha ayudado mucho más que saber medir la luz o abrir más o menos el diafragma porque entiendes cómo funciona una producción, su desarrollo y todo lo que se necesita, no sólo a nivel técnico sino humano. Conoces todos los factores que intervienen, la productora, proveedores de material, modelos o personajes, las revistas… Eres espectador y partícipe de ello a la vez.
Y entonces llega un punto de inflexión para ti.
Cuando termino mis prácticas yo necesito seguir teniendo unos ingresos y no puedo volver a lo mío, así que me meto a trabajar en un cine de Getafe. Al poco tiempo vengo por aquí y me encuentro al fotógrafo Rafa Gallar haciendo una producción para Vanidad. Rafa, que es muy agradable y cercano, me dice “Félix, ¿pero dónde te has metido que hace tiempo que no te veo?”, así que le explicó que he terminado las prácticas y me replica “debes hacer lo que sea para volver a este mundo y estar aquí”. Eso me hizo pararme a pensar porque alguien a quien admiraba se acordaba de mí y quería que formara parte de esto. Hablé con Freddy Frisuelos, director de Daylight Studios, y le propuse venir por las mañanas a echar una mano por la cara para seguir aprendiendo y aceptó. En poco tiempo el ritmo de producciones empezó a aumentar -muchas de ellas del extranjero- y me contrataron como fijo.
¿Cambias de puesto?
Este nuevo período coincide con el boom de la fotografía digital a nivel profesional. Había pocas cámaras y de escasa calidad pero se empezaba a notar que algo se movía. Freddy lo supo ver y fue el primero en adentrarse en esa aventura. Como me vio interés por el tema, me puso con ello y empecé a formarme como técnico digital dejando las asistencias a fotógrafos convencionales de película o de plató. Fue una formación tremenda; Freddy me enviaba a cada curso que había para que aprendiera y Daylight fuera un estandarte de lo digital. No parábamos de trabajar porque no había muchos sitios en los que hubiera respaldos digitales ni que contaran con un equipo humano que lo supiera manejar, a veces casi más que el fotógrafo.
¿Trabajaste con muchos fotógrafos?
Es una de las cosas que más he valorado: colaborar con muchísimos fotógrafos distintos, cada uno con sus manías y sus cosas pero siempre diferentes. Por supuesto que había unos que te podían gustar más que otros, como todo, pero no parabas de aprender. Por esas fechas yo empiezo a disparar mis primeras fotos.
«Después de dos días de ir y venir de camiones llenos de generadores para iluminar aquello, una burrada, algo que yo no había visto jamás, Annie Leibovitz apareció sola conduciendo un descapotable, se bajó, subió a la planta de arriba con el primer asistente, le mandó hacer una polaroid, la miró, dijo “no me gusta”, cogió el coche y se fue.»
Habrá muchas anécdotas…
Cientos. Una de las que mejor recuerdo es cuando trabajé por primera vez con Annie Leibovitz. Ella venía con sus tres asistentes y nosotros poníamos otros tres más. Había un largo trabajo previo por hacer porque se iba a realizar la portada y un reportaje con David Beckham para Vanity Fair y teníamos que iluminar todos los espacios de una casa enorme cerca de Pinto. Además de conseguir la luz que ella quería en todos los espacios -ya fuera un pasillo, un sótano o una azotea- en todos tenía que ser posible disparar con un diafragma 11 y velocidad 250. Bueno, pues después de dos días de ir y venir de camiones llenos de generadores para iluminar aquello, una burrada, algo que yo no había visto jamás, ella apareció sola conduciendo un descapotable, se bajó, subió a la planta de arriba con el primer asistente, le mandó hacer una polaroid, la miró, dijo “no me gusta”, cogió el coche y se fue. Así que por su cuenta, encontró una plaza de toros n un pueblo cercano y al día siguiente citó a Beckham, metió un deportivo y ella sola junto a su primer asistente y una cabeza de flash, hicieron la portada y todo el reportaje. Yo pensaba en los miles de euros que se habían gastado para algo que podía haber costado unos cientos. Es cierto que ella se lo puede permitir y también es cierto que ahora, en algunas situaciones y con todo preparado he pensado “realmente esto podría hacerlo de otra manera, ¿por qué no?” pero nunca una cosa de esas dimensiones, así que cuando me pasa lo que hago es acordarme de esta historia y así tengo menos sentimiento de culpa (risas).
¿Y cómo llegas a decidir montártelo por tu cuenta?
Tardé años en llegar a pensar en eso. La foto cada vez me llamaba más e iba haciendo cosas puntuales paralelas. A lo mejor llegaba un maquillador y me decía que querían hacer unas fotos de prueba. Realmente fue todo muy circunstancial, por terceros que me proponían cosas, aunque también está la inquietud que te surge al ver cómo se hacen diferentes tipos de fotografía. Te preguntas si serías capaz de hacer algo así y te organizas tus pequeñas sesiones, pero todo muy despacio, porque yo estaba muy centrado en mi trabajo como técnico digital. Casi te diría que era más un hobby.
¿Entonces pasas un tiempo compaginando tu trabajo como técnico digital con escarceos como fotógrafo?
De algún modo sí, pero el resto de mi estancia en Daylight fue siempre como técnico. Lo que me lanzó a dar un paso que da mucho vértigo fue ver que mi chica se quedó embarazada. Yo sólo veía dos opciones: quedarme aquí indefinidamente porque iba a ser padre y tenía una responsabilidad o arriesgar y salir a ver qué había fuera. Y arriesgué. Freddy, un poco incrédulo, me decía, “pero ¿por qué? Si vas a ser padre” y yo le decía “pues por eso, porque luego no le voy a echar cojones para hacerlo” (risas), así que salí y al día siguiente estaba atendiendo llamadas de gente que quería trabajar conmigo, pero siempre como técnico digital.
Y poco a poco empiezan a salir cosas…
Sí, seguí de técnico porque tenía que seguir trabajando, pero luego todo empezó a surgir de forma natural. Primero, llaman a mi puerta clientes modestos, que ponen su confianza en mí, lo que me sorprende y da un poco de miedo a la vez, porque no tenía un trabajo que mostrar para que me respaldara. A partir de 2011 me pasa algo muy curioso y es que un día me llama Vogue y al día siguiente Harper’s Bazaar, para proponerme, eso sí, los temas más modestos de la revista. De repente me digo “¿qué ha pasado aquí?” y me doy cuenta de que tengo que trabajar cada vez mejor y cuidar muy bien mis trabajos porque es un momento crucial en el que sólo puedes ir hacia arriba.
Las producciones cada vez son más complejas y tu responsabilidad mayor.
Exacto. Esto es un trabajo de equipo con muchísimos factores: estilismo, maquillaje, el propio fotógrafo… A veces sales con un sabor amargo porque no pensabas que se pudieran torcer las cosas, pero es algo que sucede y al final lo que falla es la foto y el nombre que aparece bien grande ahí es el tuyo, por lo que tienes mucha responsabilidad. Por eso hay que conocer bien los detalles antes de meterte en una producción. Pero también me ha pasado lo contrario, cosas más modestas en las que te pones unas limitaciones y que gracias a un buen trabajo de equipo se convierte en algo especial.
¿Qué tipo de trabajo tienes ahora entre manos?
A nivel editorial, trabajo con algunas revistas como Glamour, GQ o InStyle. Harper´s Bazaar confía cada vez más en mí, sus propuestas son cada vez mejores y me siento muy bien con ellos porque lo que hago coincide con lo que les gusta. Hay que entender que cada revista tiene su línea y tampoco puedes hacer exactamente lo que quieres. Igual que una firma de moda, que tiene su propia imagen; tú puedes aportar pero no puedes desvirtuarla. A nivel de publicidad es ahora cuando más se me está abriendo ese camino, hay clientes muy interesantes pero no puedo decir mucho porque las campañas aún no están fuera. Sí quiero destacar a The Hip Tee, que han crecido mucho pero empezaron de forma humilde y apostaron desde el principio por mí, algo que les agradezco.
¿De qué fotógrafos has aprendido?
De muchos, pero me gustaría nombrar a dos que me han hecho aprender muchísimo y a quiénes les debo estar donde estoy ahora mismo: Juan Gatti, que nada más salir de Daylight me cogió a modo de prueba y forjamos una gran relación laboral y de amistad, y otro amigo, Nico Bustos, con quien he trabajado durante cinco años y que está haciendo cosas grandiosas en campañas internacionales. Lleva un año en París y lo que hace es cada vez mejor. Con Gatti he aprendido una parte técnica extra de fotografía pero sobre todo he aprendido a saber estar y a mantener el tipo en situaciones complicadas . Han sido dos pilares en mi carrera.
Este año Daylight Studios celebra sus bodas de plata…
No me sorprende. Lo que yo veo, conociéndolo desde dentro, es un equipo humano y un espacio impecables. Tienes absolutamente todo lo que necesites para hacer una producción. En otros sitios, a veces, te tienes que reinventar para poder hacer lo que buscas, pero aquí lo tienes todo, hasta el mínimo detalle.